A la memoria del
genial cantaor Alejandro Segovia,
Canela de San Roque
“Desde
el martes pasado se encuentra ya, por méritos propios,
en
el altar que poseo con mis dioses
creadores… preferidos:
Miguel
Hernández, Machado, Paco de Lucía, Lorca, etc.”
José Salguero Duarte
Domingo,
9 de agosto
Al
proseguir totalmente apenado, abro de par en par las ventanas inspiradoras,
para volver a impregnarme del azahar del gran maestro. Porque aunque se nos fue
de este mundo hace unas horas, siempre permanecerá con nosotros, debido a que,
la pura canela de su discografía, está desparramada por todas las redes del
firmamento. Hasta el punto que, con varias toques con las yemas de mis dedos,
no a las cuerdas de una guitarra sino al teclado y ratón del ordenador, su indiscutible voz brota en mis oídos,
deleitando los paladares de mis sentidos. Siendo eso, escucharlo cantar, el
mejor reconocimiento y homenaje que le puedo rendir, porque el majestuoso
duende de su cante, es cátedra para las futuras generaciones, que irán a beber
de su ortodoxia.
Por
ello, a las 07,15 horas de la mañana, del viernes 7 de agosto, que es cuando
estoy escribiendo esto en su memoria. He pinchado al azar un vídeo de Alejandro
Segovia, Canela de San Roque, correspondiente
al de la Bienal de Sevilla de 2014. En el que aparece cantando primero su hijo,
José, para a continuación, arrancarse él con su exclusivo pellizco. Provocando
su voz que se me estremezcan los pilares de los fragmentos de mi prosa.
Aflorándome contrarios sentimientos a través de los quejidos profundos, que al
gran Canela le brotan del alma. Embargándome, por una parte, un hondo dolor
y tristeza por su gran pérdida,
cayéndose lágrimas como perlas. Y, por otra parte, la agridulce alegría que
siento, con los vellos a flor de piel y las lágrimas en los ojos, escuchándolo
cantar un fandango dedicado a su mujer, cuya letra dice: “Tú por qué lloras, / con esa penita tan grande, / si tú eres la
Dolorosa. / Tú por qué lloras, / con esa pena tan grande. / A Dios le pido una
cosa, / que tú a mí me vivas siempre, / porque yo con tu calor, / soy más rico
que nadie, / yo soy más rico que nadie”.
El
maestro, ha sido tan rico y privilegiado como el que más, en ese y en otros
aspectos, porque siempre estuvo acompañado y arropado por su esposa e hijos…
acorde a la doctrina de su noble pueblo gitano, y a la casta y vergüenza de su
distinguida familia. Hasta el punto que, la última imagen que guardo en vida
suya, fue de unos días antes de ingresar en el hospital. Saludándolo, María
Teresa y yo, cuando iba paseando cogido de la mano de su esposa, por la Avenida
España de la barriada. Y ahí, en la terraza de La Unión, en los últimos años
coincidimos muchas veces, estando él, casi siempre, con su esposa o hijos,
desde que se vinieron a residir a esta zona, procedentes de otra céntrica
avenida de Algeciras.
Terraza
en la que, cuando pasaba por la misma me decía: “Siéntate, José, que te voy a
contar unas cosillas”. Y cuando me hablaba de flamenco o de cómo había estado en
sus últimas actuaciones... Lo escuchaba atentamente, al ser lo correcto ante un
sabio del cante como lo era él. Sin embargo, cuando charlábamos de otros temas,
especial de uno y que me reservo detallar. Profundizábamos separando, al mismo
son, el ‘trigo de la paja’.
Por
ello, fue mucho el respeto y admiración que nos profesábamos. Sintiéndome más
que honrado con la amistad que me transmitía. Habiendo sido todo un gran honor
y privilegio, haber sentido las palpitaciones del genio amigo, encima de un escenario
cantando para el público entendido o para un reducido grupo de amigos. Y más,
cuando le afloraba la alegría y se arrancaba para mí solito, a media voz,
haciéndose el compás con una mano en la mesa. Floreciéndole, al final, su
picarona y noble sonrisa.
El
maestro, alcanzó la gloria del cante hace muchos años, al ser fiel a sus principios. Habiendo sido un cantaor
muy grande entre los más grandes de la historia del flamenco. Por ello, desde
el martes pasado se encuentra ya, por méritos propios, en el altar que
poseo con mis dioses creadores…
preferidos: Miguel Hernández, Machado, Paco de Lucía, Lorca, etc., etc.
Así
que, descansa en paz, amigo. Porque, ante todo, eras y eres una gran persona.