viernes, 3 de septiembre de 2010

Cuando Respira el mar, poemario de José Salguero Duarte




Autor: José Salguero Duarte
© José Salguero Duarte
© Fotografías: José Salguero Duarte



© Prólogos: Domingo F. Faílde y Dolors Alberola
© Contraportada: Dolors Alberola
© Dibujo de José Salguero Duarte: J. Zahara

Edita: José Salguero Duarte
Apartado de correos 1106
11201 Algeciras (Cádiz)
Andalucía /España/


Diseño, ilustraciones y maquetación: José Salguero Duarte


Depósito legal: CA-75/05
I. S. B. N.: 84-609-4166-3

Imprime: Tipografía A. Mazuelos S. L.
Telf.: 956-634864
Algeciras
(Cádiz)



PRÓLOGOS




GENIO Y FIGURA



Corría el año de gracia 2002 cuando vi por primera vez a José Salguero. El instante, no puedo precisarlo. Tuvo que ser, por fuerza, una de esas mañanas sabatinas y, por tanto, sabáticas, en las que acostumbraba, pluma en ristre y café, a sentarme en mi mesa del Cabsy’s, a ver tras los cristales cómo corría la vida por las calles de la ciudad o la bizarra lluvia echaba sus cortinas. Siempre era así Algeciras, desmedida e imprevisible, con un toque estridente de algarabía que recordaba su pasado árabe y estimulaba la imaginación. Allí, envuelto en un paréntesis de bruma, náufrago –como tantos- de sí mismo, había recalado ese hombre enjuto y estrafalario, que concitaba todas las miradas y suscitaba todos los comentarios de quienes lo veían a cualquier hora, a veces embutido en pulcros trajes y, a veces, las más, con pantalones anchos de algodón y blancas semitúnicas, cubierta la cabeza con un amplio sombrero y calzado con leves sandalias de cuero.

A pesar de los años, uno podía pensárselo en Ibiza, con el cabello largo, ya algo ralo, y el vistoso fular que, en su garganta, descendía en cascada de colores, como una aparición de los bellos Sesenta, cuando éramos tan jóvenes y escuchábamos a Cliff Richard, orgullosos de serlo y tener en las manos el tiempo.

Apostado en mi atalaya, lo había visto cruzar con el magín repleto de ecuaciones inverosímiles y un montón de papeles donde bullían sus sueños, una incógnita más para las gentes, que lo miraban sin indiferencia e incluso con recelo, suspicaces de la bohemia que delataba su indumentaria y el toque de locura que es la chispa de la genialidad. Un hombre singular, en cualquier caso; de eso no cupo duda a casi nadie.

Tampoco a mí, desde luego, que seguí con curiosidad la encendida polémica desatada por su Almanzor, una silva de datos históricos, pergeñados con vocación de semblanza, que, inexplicablemente, fue recibido a cañonazo limpio. Hoy, tres años más tarde, me parece desmesurada tanta inquina ante un libro que, en opinión del autor, no pretendía aportar ningún descubrimiento sino contribuir, desde las fuentes, a la celebración de una efeméride que promoviera el propio Ayuntamiento.

No se arrugó por ello. Contestó a las acusaciones, movió Roma con Santiago, empapeló los muros con sus pasquines y, bajo la cubierta del morbo ciudadano, fue de acá para allá, de la ceca a la meca, presentando el volumen de la discordia, hasta agotar la edición. Los algecireños contemporáneos saben más de Almanzor por Salguero que por Dozy. El tesón popular y el lenguaje directo llegan donde no alcanza la sutileza de los doctores. Eso suele ocurrir.

Todo estaba maduro para el encuentro. El tórrido verano ya me había entregado a Dolors y yo, ajeno a otra cosa que no fuera su amor, andaba, ensimismado y galán, por las sendas y vericuetos que a ella me conducían, sumergido en el cataclismo de las grandes pasiones. En semejante estado, no cabe la tibieza. Los afectos se ensanchan. Una luz portentosa envuelve el mundo. Bien lo explicó Gustavo Adolfo Bécquer.

Coincidimos en una librería: Usted debe de ser el señor Faílde, sospecho que me dijo, y yo le respondí: El señor Salguero, supongo. Aquello fue el principio de una bella amistad, mientras el negro Sam tocaba Casablanca y el avión de la tarde despegaba de Gibraltar.

Relato estos sucesos porque, importantes, sin duda, para mí, allegan al lector la necesaria imagen de un hombre que, en el ápice de una vida, sabrosa de aventura y ahíta de experiencia, ha hecho de las tres una sola, proteica y multiforme razón existencial, confiriendo a la praxis literaria el caudal de sus ideales, ensoñaciones, creencias, biografía, mezclando realidad con ficción y persona con personaje: él mismo, autoinmolándose en la escritura para, al fin y a la postre, mendigar un amor imposible a las gentes anónimas de la más inhumana sociedad que haya sufrido el hombre o, simplemente, como afirmó Félix Grande, pedir socorro. En el aniversario del Quijote -que ahora celebran quienes lo desterraron de nuestros planes de estudio-, nadie más quijotesco que Salguero, en quien confluyen, por una parte, el sentido de la contradicción y, por otra, la extrema lucidez del que abdica de la razón y se traslada al dominio de la utopía, huyendo de los ídolos, las trampas, la dolorosa inanidad de un mundo que ha vendido sus sentimientos, sus conquistas más elevadas, por un mísero plato de lentejas.

Hay que verlo avanzar en el rocín de sus pensamientos. Irónico y directo, malediciente y tierno, siempre halla una causa en que implicarse. No es de extrañar por ello su incursión en el ámbito taurino, metáfora tal vez de un planeta globalizado, donde la fuerza viva, el impulso telúrico del toro, sucumben a una espada que, limpia en apariencia, manejan a su antojo los más sórdidos intereses. Prevalece, no obstante, la belleza; y el arte –otra utopía- se ciñe a los lamentos para salvar la fiesta, lo lúdico, que constituye el lado infantil de la humanidad.

En efecto: ni la vida ni la obra ni los actos de José Salguero se pueden entender sin el concurso de la belleza. Es adicto a lo bello. Cuando aflora lo hermoso en cualquier cosa o hecho, hay que verle los ojos, anegados en luz, mientras exclama, como un niño grande: ¡Qué bonitooo, qué bonitoooooooo!, presa de la emoción. Será quizá por ello no permite que se le escape la más pequeña brizna: con su cámara a cuestas, podría definírsele como un fotógrafo compulsivo, capaz de congelar en una imagen un ínfimo destello de esa belleza ansiada, en medio de un océano de fealdad.

No es baladí la anécdota. La retina del escritor descodifica el orbe de lo real y, al convertirlo en imágenes, crea un código diferente, a imagen y semejanza de sus propias ensoñaciones. Entre la realidad y el deseo media –al menos, en este caso- una cámara fotográfica.
La imagen. Delante de unas copas de Ribera del Duero, Dolors y yo pasábamos revista a las últimas instantáneas, recuerdo de una noche de vino y rosas que, a despecho de los censores –como escribiera el viejo Ibn Abi Ruh-, quemamos con incienso en Las Duelas, una de esas tabernas tal de antaño, de las que florecían con los poetas a la orilla del Río de la Miel. En un momento dado, cuando el aroma de la bebida trepaba por el humo de los manjares, Salguero, con el mimo habilidoso de un prestidigitador, sacó de la chistera un pequeño cuaderno: sus poemas.

Quién nos lo hubiera dicho. Acostumbrados al vigor de la prosa de sus libros y artículos, aquel mínimo mazo de poemas se abría ante nuestros ojos como naipes, de manera que la revelación no se hizo esperar. Alentaba, en efecto, la poesía en los poros del verso, desvelando el secreto de su perpetración. Cuando respira el mar es ahora un pedazo de vida, revestido de la palabra creadora: la imagen que compone y descompone el mundo, a la exacta medida del autor.

Allí están los lugares cotidianos y los que la nostalgia tiñe color crepúsculo, a la sombra de ancestros imprescindibles: Machado, desde luego, Berceo, José Luis Cano y, cómo no, la veta popular, con resabios folclóricos a veces o rajada y terrible, con festones de cante jondo.

Allí está la protesta, la quejumbre –serena o airada- de quien se siente herido por la injusticia y se sabe partícipe del ajeno sufrir. El dolor de ser hombre, la esperanza a que habrá de agarrarse para no perecer.
Y el amor. Porque, en última instancia, todo confluye en él, ya se trate de ese perpetuo idilio entre el poeta y su tierra (el microcosmos de la bahía de Algeciras, salpicado de toques costumbristas, con sus barcos cargados de misterio, las playas que el invierno baña de soledad), la mano que se tiende, crítica y solidaria, o el culto apasionado a la mujer, en su triple vertiente de madre, hija y esposa. Amor, a bocanadas de pasión y belleza, que eso, al fin y al cabo, resume la poesía.

Aquí está la de un hombre que tiene aún muchas cosas que decirnos, alumbrando con el sol de su bondad –son palabras del propio Salguero- jardines solitarios y corazones rotos. Como juglar de solemnidad, se ha ganado un lugar junto al fuego.


Domingo F. Faílde
Isla Verde, enero, 2005



AIRE RECIÉN HORNEADO




Miro el libro y recuerdo los ojos del amigo, rientes como olas que explotan en la arena. Observo su ansiedad, ese amor con que mira las páginas ya hechas y se le abre el alma abrazando el cuaderno. Veo el sueño de alguien que cree en la palabra. En un mundo de dimes y diretes, en un mundo de economías burdas y de falsos principios, él, José Salguero, aún cree en la palabra y me deja extendidos sus versos y me anima a escribirle, tan sólo, unas pequeñas notas:

Cuando José Salguero hace respirar su poesía, el mar de la palabra dibuja barcos blancos, blanquísimos veleros que cruzan el caudal de las perennes aguas de la metáfora. Él es todo corazón, todo libertad, todo verso que se mira en el Estrecho, buscando decir algo. ¿Cómo decir la lucha en forma de poema? ¿Cómo cantar, a una, el amor, la discordia existente en la especie marchita, el equilibrio y el desequilibrio? ¿Cómo comprometerse con un cuerpo y con todos los cuerpos? ¿Cómo convertirse en otros, sin dejar de ser uno?

Un sultán de la noche que teje versos para cazar las sombras y devolver la luz a la ciudad, la luz a los que llevan la ciudad, la luz a las mujeres que pasean sus calles y duermen en bahías, la luz a los que leen estos primeros sueños, estos versos recién nacidos, este decir apenas balbuciente, pero mordiente -fuego que roba ya al Prometeo alquímico-, este aire recién horneado.

Sencillo es este hombre que asegura: Escuché cómo las olas se rompían/ bajo el sol de las dunas. Y más tarde nos dice No dio tiempo a decirle que la amaba. Y confiesa limpiamente: Deseo besarte y no alcanzo,/ desde la ventana de mi casa. Labriego perenne de vocablos al que acompaña “el mulo terco del pensar”. Hombre lúcido que grita:

Anchos son los campos de Castilla y estrechos los de Andalucía. Poeta que pronuncia: Sentí la muerte hace años/ y aún retumba en mis oídos su aullido,/ en esos vestuarios solitarios de hielo.
Un buen paso, este libro, para comenzar la andadura del poema. Que las musas del mar le sean propicias durante toda la travesía.


Dolors Alberola





-------CUADERNO PRIMERO

Cuaderno de El Rinconcillo




ESTRÍAS




Las estrías de las olas de mi vientre
cubren el agua salada de tus venas,
tendidas en un manto rajado,
en mi Bahía de arena pantanosa.

El sexo de tus manos amanece
cada mañana de sombra incolora
y bebo de tus ocultos y sudorosos pechos,
con los pliegues de mis sedientos poros.

Fuego avivado con silencios,
en la fina agonía de mis deseos.
Carola, al sol, en el parque,
cuando cubro tu cuerpo con mis ramas.

Abades en los surcos del convento,
labran sus rezos con el yugo,
y yo con la miel amarga de mis ojos,
impregno tu piel de algas.




DOS ORILLAS




Dos orillas en mi vida,
una en La Línea y otra en Algeciras.

Entre las dos, la Bahía llena
de expiraciones silenciosas.

Corsarios y piratas en ella se refugian,
de los temporales del Estrecho.

Caballitos de mar, la Atunara y el Rinconcillo,
unidas por el mismo signo.

Un babel de culturas, inviernos infernales,
barcos a la deriva.

Estraperlo de día y de noche,
horizontes oscuros y porvenir incierto.

En el Peñón vigilan nuestros actos.




SITUACIÓN




Alquitrán de los barcos,
plásticos, compresas y condones,
arrastran las mareas a las playas.

Barcos veleros, petroleros, ferrys,
contenedores, grúas y sirenas.

Cadáveres en la orilla,
un manto de hipocresía,
que cubre la miseria.

Aprieta el sol,
la suciedad abunda.
Nadie mira la pus en las oscuras aguas.





TINIEBLAS




Legiones de pavanas,
carroñeras y hambrientas.

Marfiles en los dientes,
reliquias, huesos, hierros,
y peces, moribundos:
oro rancio es la envidia.

Temblores de baja tierra,
algas salvajes, flotan sobre el mar.


Delfines en el Estrecho,
entre pateras perdidas en la niebla.

El sol, desplaza, temblando,
a miles de nubes grises.

Y al llegar sus cuchillos,
se va rompiendo el invierno.





NEGRA ARENA




El dolor de las lágrimas de tu arena,
rostro invisible tallado en la playa,
sigue vivo ante los ojos que te destruyen,
en la cárcel sin rejas donde agonizas.

Sí, a la libertad del hombre;
no, al silencio tirano,
de la alegría al luto reinante,
y de la vida a la muerte en versos.

Rosa discreta en mazmorras,
rastrillo musical inexistente.
Aura de luz en los días de fiesta,
y tristeza cuando te abandonan.




FIESTA DEL CARMEN




Tumbado sobre la arena,
escribo estos versos.

Cenizas radiactivas,
contemplo entre las brumas.

Fruta madura sobre el árbol podrido,
las aves vuelan y se acerca la muerte.

Las maquinarias van lentas por el día,
las chimeneas descansan.

Se aceleran por la noche,
escupiendo horror y males.

Concejales llevan flores
a la Virgen del Carmen.





ELLA

A Andrea...mi hija menor




Alta como lo perpetuo,
sus trece años.

Y su cuerpo hacia el aire,
entre ladridos de perros.

Teme a los temores,
aunque su padre la cuida.

Una llamada silente
mientras se acerca a la noche.

Las sombrillas vuelan,
las mujeres gritan.

Y la Bahía llora lágrimas de sangre,
al ser contaminada por humos crueles.

Ella, sola, construye un castillo en la arena,
y una sirena lo ocupa.
Mas, una ola rebelde,
la arroja de sus dominios
y lo destruye con ira.




DOS HERMANAS



Las carnes de sus labios,
laten sangrando arena de la playa.

Y los cuerpos de sus vientres,
abren las puertas a olas de tinieblas.

Una espada de oro, voló sobre ellas,
bañándolas con cemento, arena y grava.

Antes eran mis hermanas;
hoy, dos hermanastras,
que permanecen en las grutas,
de una ciudad portuaria.

Mis hermanas eran rocas,
sin voz, ni techo, ni sombra.

Llano amarillo...--el rico seno del mar--,
las escondió en sus brazos.





MANSA FLOR




Quisiera que tus pechos perezosos
amamantaran las aguas de la Bahía
y que el delfín de la sirena,
despertara de su sopor.

Mansa flor en un paraíso grisáceo
de blanca espuma plebeya.

Tierno anhelo de ave solitaria,
invadida por piratas y corsarios.

Agua clara, agua tibia, agua salada,
acaricio tus penas con mi sombra.

Y me contagias con el pulso de tus latidos,
al respirar desde la Roca, aire puro de al-Andalus.





TUS ALAS




Me enamora el azahar de tus labios,
cuando la sombra de tus alas,
vuela solitaria,
hacia nuestro encuentro ansiado,
en el lecho del mar.

El rumor de tu llegada,
corta el aire del Estrecho.
Piedra de musgo y brisa de alondras,
que alerta a las sirenas.

Desnudo y transparente te recibo,
con hiel sin espina, rosa de mi agonía,
luz de mi soledad prisionera,
y centro férreo de mis recuerdos marineros.




LÁGRIMAS DE LA BAHÍA




La luna desnuda te alumbra,
con un quinqué en sus manos.

Mientras, sueña despierta
que le arrancas púas de cactus.

El manto de la Virgen de la Palma,
seca las lágrimas de sus aguas
y los ángeles, desde el cielo,
fina lluvia le mandan.

Ya tiene luz la Bahía.
A oscuras, por la mañana,
de noche relampaguea.

Sus aguas mueren amargas,
y mis dedos, sangrando, se estremecen.





MULO TERCO





El mulo terco del pensar,
que llevo incrustado en mi cuerpo,
no me deja ver la claridad del alba
de tanta paja y alfalfa.





PECES HAMBRIENTOS


A Raquel...mi hija mayor




¡Ten cuidado hoy, mi niña,
al bañarte en esta playa,
que los peces tienen sed
y se beberán tu enagua!

Siéntate en la arena fina,
encima de la toalla,
que el sol te protegerá
con su sal, su brisa y lágrimas.




TU ORILLA Y LA MÍA



Dos gargantas gritan al unísono,
navegando en pateras distintas.

Una en tu orilla y otra en la mía,
entre oleajes, brumas y silencios.

Lloro si lloras, tu dolor me duele,
vivo tu sentir y siento tu vivir.

Lágrimas pasajeras y alegría de mis penas,
cuando al sangrar me manchas.

Sonrisa amarga en el amanecer del desierto,
puños prietos, poemas.

En tu orilla y en la mía
abro los ojos al desaliento.




VERANO SIN SOMBRA




A la sombra de la luna,
se encuentra dormida mi alma.

El faro de Camarinal la ilumina,
y le guían los acantilados.

El sol cae sobre ella, como un racimo de uva,
y la arena de su cala lo absorbe,
arrancándola de su letargo.

¡Oh, alma dulce! ¡Oh, alma salada!
Carola de mis mares,
mis luces y sombras.





MARISMAS DEL RÍO PALMONES




Marismas del río Palmones,
barcas varadas junto a la orilla.


Muchachos, caminando,
y el humo de las fábricas.


Empieza a clarear la mañana,
rugen los motores de las grúas.


El pueblo está ausente y duerme,
sardinas al espeto, órdago de la Iglesia.


Ronca tengo el alma,
la voz de mi pluma quebrada.


Hay brumas en la Bahía,
y las sirenas de los barcos lloran.


La mugre resplandece en el agua,
submarinistas sacan a flote a los tritones.

La banda toca la marcha,
y la muchedumbre aplaude.


Llueven mis versos sobre fango,
ellos están muertos vivos.


Un eco de pobreza inunda este entierro
y las palmeras lo orean con sus ramas.




SIENTO


A Yoli...que sentí su enfermedad


Siento
el sentir,
de lo que tú sientes.

Pero nada
me gustaría sentir,
de lo que tú estás sintiendo.






ENCUENTRO EN EL CEMENTERIO



Salí de casa camino del cementerio,
bajo un sol de rabia a las cuatro de la tarde,
por una vereda de zarzales y piedras,
quemándome la baranda del aire.

Nuestra cita tenía fecha fijada
y acudí hasta el umbral de la muerte,
y tú acudiste desde ella.

Al repicar las campanas de la capilla,
puñales en mi memoria,
me hacían caminar sin freno.

Saliste del nicho, cubierta por una túnica blanca,
desprendiendo jazmín de los labios,
y en tu mirada la luz.

Me esperabas con miel y sal en la mano,
secando los latidos de tu espíritu,
con el rocío de mi guadaña.

Traspasaba mis entrañas el moho de tu sonrisa.
De tu cesto de mimbre, bebí agua y comí pan.



CEMENTERIO VIEJO



La hierba crece,
crece la hierba
en el cementerio viejo.

Miro voces escritas,
con llantos sobre los nichos:
no caben tantos recuerdos
en moñones de palabras.

Son lágrimas que se rompen,
al entrar en mi memoria.

Amargo dulzor, nostalgia,
solitario cementerio.





LLEGA LA NOCHE




Llega la noche y todas las luces de mi vida,
se oscurecen.
El tren se ha llevado un nuevo día,
para sumarlo a la cuenta corriente de mis años.


Llega la noche y la soledad azota mis pensamientos,
se oscurecen.
El tren se ha llevado al campo en barbechos
de mi mente su jardín de flores.


Llega la noche y todos los esfuerzos,
se oscurecen.
El tren se ha llevado mis ansias de lucha,
para sumarlas a mi melancolía.


Pero por fin, llega esa noche,
y todas las luces negras me iluminan.

El tren me dejó tu voz,
para sembrarla en el huerto de los silencios.






ANOCHE TEMBLÉ




Con tu mirada fría
se estremeció mi cuerpo.

El sueño me quitaste
y moría por saberlo.

Sombrero de paja blanca
y alfombra de negro raso.

Rosa de espinas rojas
en mis pensamientos llevo.





UNIVERSO



Cuevas de sentimientos,
lágrimas de ovarios.

Palpar tu manto deseo,
plenitud en tu mirada.

Besos relamidos,
ríos y torrentes.

Miel entre mis dedos,
gritos de júbilo.

Alas heridas al viento,
árbol maduro caído.

La humedad de tu cuerpo,
el latir de tus gemidos.

Sentimientos de furia,
madrugada estrellada.

Rendido en tu ausencia,
me hieren y no sangro.





CALVARIO



Por qué se hizo de noche
sin despedirse la luz
cuando estaba en un calvario,
soñando sin sueño alguno.

Por qué esta querencia absurda,
este quererte en mis brazos
y abrigarte con mi cuerpo,
escuchar los latidos de tus ojos,
el delgado lagrimeo de tus sienes,
el volar de tus manos,
el olor de tu infancia,
el sentir de tu vientre,
y el sonido de tus huesos.

Por qué se fue la mañana
sin despedirse de mí,
sin ser gloria de mis sueños,
sin ser deseo mi olvido,
y dejándome en tinieblas
entre caminos con baches
socavones y tristezas.
Frente a oscuridades áridas
que inauguran grietas en mis párpados
y agujetas en el cielo de mi infierno.


Por qué sigo soñando
despierto contra tu sombra,
bajo esa flor que me alimenta
con caricias y desprecios.

Y por qué te ofreces ya muda
en vez de brindar campanas,
maremotos y pájaros.

¡Por qué!





CUMPLEAÑOS




La muerte cumple años,
y no quiero volver a celebrarlo.

Tiene vacaciones del uno al quince,
anda de sombra en sombra mi aniversario.

La madre está en su cuarto,
meciendo la mecedora.

Tiene el fogón encendido,
y al hijo ardiéndole el alma.





EMBRIAGADO




Beber en el hueco de tus manos,
o beber en la fuente de tu boca,
quisiera yo esta mañana,
ya que anoche en lo oscuro,
amándome, me embriagaste.

No sé ni lo que siento,
porque me inundan tus alas,
y tu sincero cruzar, por mis calles abiertas.

Fue tan bello el amor,
la distante presencia,
que desperté con resaca,
tan borracho de beberte.




----------CUADERNO SEGUNDO

Amanecer en Punta Carnero






HIJA DE LA SOLIDARIDAD


Te siento y me sientes;
anoche, estabas triste.

Ancho camino, valle estrecho;
lágrimas llueven en las claras del día.

Mahfoud, soñando a tu lado,
te pidió lapiceros nuevos, viejos o usados.
Tú al contármelo, necesitabas un minuto de silencio,
que compartí contigo exhalando tus deseos.

¡Que estudie tu hijo! ¡Yo no puedo!
¡Que estudie por mi, todas las horas del día!,
exclamó a tus ojos el príncipe de la arena.

Recibió tu abrazo y lo multiplicará por cientos;
ya te has marchado, pero volverás morena,
con tu blanca túnica al desierto.

Muchas coincidencias en nuestras almas
curtidas en la desgracia, permanecen perdidas
o en el oasis de dunas, mares y tormentas.

¡Alma mía, mía de mi alma!,
no sufras, él te quiere, tú lo sabes.





DESFILE




Diluvia sobre la playa,
lágrimas de ira;

al contemplar el desfile
con paraguas hipócritas.

Sonrisa de madre,
cuerpo desnudo en las dunas.

Pelo castaño recogido,
pezones al aire.

Arena pegajosa,
miradas cómplices.

Su hijo menor la acompaña
y ella lo trata con dulzura.

Las olas de la playa relinchan,
y el sol nos dibuja el cuerpo.

Un trago de agua salada,
y un adiós de despedida.






ABORDAJE EN LA BAHÍA




Abordaje en la Bahía,
miedo, represión, libertad ya muerta.

Piratas en este siglo,
secuestro de terroristas y corsarios.

Empleo de la fuerza,
fuerza del empleo utilizada.

Detención ilegal en las aguas,
malos tratos, calabozos.

Lágrimas emotivas, rabia e impotencia;
triunfó la razón y no las injusticias.

La madre del reino los condecora,
y el paje acude a la ceremonia.





PENSAMIENTOS

A mi más que amigo de 95 años, Juan Martínez Andújar...




Almas desgarradas,
horizontes muertos.

Santos en las cárceles,
mercenarios, asesinos, a sueldo.

Hambre del poeta,
luz en las tinieblas.

Ladrones de guante blanco,
rodeados de riquezas.

Lloran niños asustados,
la guerra subterránea los amenaza.

Armas de gran destrucción,
excusas de genocidas.

Lágrimas del poeta,
alegrías de penas.

Rocío de lunas frías,
madrugada en tinieblas.

Sacerdotes en el armario,
carceleros por las calles.

Bulerías mortuorias,
cabras en el monte,

Escaleras sin peldaños,
comida de perros.

Celda aislada,
ojos amoratados,

Quejidos, lamentos,
manguera, agua fría, palizas.

Reglamento en el cuarto negro,
y somier en los huesos.

Ventanas taponadas, grilletes,
camastro, tundas, repasos.

Sarna, bilis, maldades,
manos manchadas.

Condes en hotel con rejas;
roldes con las riendas sueltas.

Libertad sin libertinaje,
pagarán, paciencia, tiempo.

Suiza, Gibraltar, primates,
mochilas, maletines y banco de pesca.




NOCHE DE LUNA

A mi amigo Isidoro Macias “Padre Patera”...



En esta noche de luna,
con el mar en calma,
puedo escribir un verso,
una simple palabra.

El viento de levante
la luna me ilumina,
y en una patera vieja,
navego por el Estrecho.

Y si alcanzo la orilla de nuevo,
con la miel amarga de mi sino,
la besaré con mis pies,
la palparé con mis labios.

De ella me rechazaron,
al llegar sin documentos.
Fronteras y farallones,
plantaron sobre la tierra.

Una sirena me acompaña
en mi nuevo viaje.
Los delfines marcan el ritmo
y nos guían las corrientes.
Pero al arribar a la orilla,
oí ruidos de metralletas,
disparos hiriendo al aire
y las voces de los guardias.





AL ANOCHECER




Perdidos en la oscuridad de la noche,
de la mano caminamos juntos,
buscando nuestra patera en la orilla,
llena de ilusiones y pesadillas muertas.

Al ritmo que marcamos bailaban las estrellas,
mientras nos acechaban los guardias,
aunque la luna nos protegía
con su manto de terciopelo.

Camina, compañera del alma,
aunque heladas estén el mar y sus arenas,
porque laten tan fuertes la esperanza,
que si, te rindes, hunden su quilla los deseos.





EL AZUL DE TU CIELO




Hermoso, brilla el día;
la luz salió de nuevo,
el mar está en calma
y sus olas me cautivaron.

Mis ojos están nublados;
al despertar, te siento,
y el azul de tu cielo,
me transmite pureza.

¡Eras tú la niña de mis sueños,
amor mío, de mi alma!
Porque desde la orilla del Estrecho,
huelo a canela y azahar,
navegues por donde navegues,
y hasta en aguas contaminadas
por Córdoba, Sevilla o el Puerto
en dirección al Mediterráneo.

Mujer clara y profunda,
otras noches te espero
y me baño en tus brazos,
y me tiendo en tu boca.






EL ROMPER DE LAS OLAS





Escuché como las olas se rompían,
bajo el sol de las dunas.

Mis ojos aún cerrados,
mis oídos abiertos,
ante tanto cristal,
tanto oleaje.

Y acaricié la arena
con la sal gorda,
de mi esperanza.







MIS MANOS




Mis manos recorrieron las curvas de tu piel
y la música abandonó tu cama.

Espinas clavadas, luz tenue,
las niñas despertaron mi avaricia.

Ruidos, gritos y desgarros,
abandoné mi buena suerte,
y me entregué a otra.





LA MIEL DE TU CUERPO


Deseo que algún día vibren
las campanillas de la miel de tu cuerpo,
para que tu sangre fluya clara
como los riachuelos en primavera.

No mires hacia atrás, sino hacia delante,
porque la nube que hizo sombra en tu mente,
te traerás borrascas y temporales.

No te sientes culpable,
que la culpa daña a almas ilustres.
Y culpable fueron ellos,
los que te impusieron sus deseos.

No te excuses por desaparecer súbitamente,
porque debe ser fastidioso oír el timbre de tu casa
al entrar el ogro que calienta tus sábanas cada noche.

Vives para él, para ellos;
vives y caminas triste, desnuda, fría y muerta.
Pero vive para ti unos segundos del día,
y sueña en el atardecer de noches abiertas
con el príncipe sincero,
que algún día te hará la mujer más deseada.
Porque eres el sol de las penumbras,
que alumbras con el don de tu bondad
a jardines solitarios y corazones rotos.




LEVÁNTATE Y ANDA




Al traspasar el umbral,
vi la sombra envolviéndote
y la muerte contigo.

Astillas te sangraban,
deseaba arrancártelas con mis manos,
para que así anduvieras,
en mula vieja o en los esquíes de tus desganas.





SARATAMA





Mi cuerpo desprende gris agonía
y las campanas tocan a muerto.
Mientras, la sangre roja del poeta
cruje de gozo, esperando la mortaja,
en esta madrugada de mi último viaje,
camino de Muro a los pies del Moncayo.

Saratama de mis nieblas y romero de tus labios,
lágrimas reprimidas, miradas esquivas,
viento, cierzo en la distancia,
chopos de la ribera del Ebro,
cereales en las campiñas sorianas,
rescoldo de las hogueras
y mansas aguas del Duero,
a su paso por San Saturio.





ELVIRIA




Tus brazos se extendieron con magia
y repicaban rajadas mis olas,
al retozar las lagrimas de tu calor,
acariciando los pétalos rosados
del jardín de mi cuerpo.

Sufrí escalofríos en los vaivenes de los péndulos,
al caminar descalzo por las espinas de tus rosales.

Veinte años de hollín y dos de verde esperanza,
entre humedades, risas, lamentos, días aguados
y noches ausentes.





SI CIERRA LOS OJOS


A mi madre...




Si cierra los ojos,
oscurezco de inmediato.

La luz que me ilumina
emergerá de sus pupilas.

Soy un hombre sin rumbo
y me encuentro perdido.

Localizaré el camino
cuando me guíes.




MÁLAGA




Málaga de telarañas mediterráneas,
escucho retumbar el eco de tus suspiros
a kilómetros de distancia,
entre llovizna de verdiales
y banderas en el mástil.

Málaga de luces y estrellas, camina pero no mueras,
después de izar el sol en tu nacida senda.

Quiero bañarme en las mareas de tus gemidos,
remar a la deriva, mientras ladren tus sentimientos;
al encontrarme cubierto con un manto,
bordado con celeste espuma desnuda.






LOS AÑOS PASAN

A la memoria de mi gran amigo y escritor humanista, Guillermo García Jiménez...




Desfilan velozmente los años
y ya queda atrás
medio siglo de vida.

Hubo mucho malo y poco bueno,
al brotar sin pan,
y las flores ya muertas.

Nací después de la posguerra,
cruel contienda entre hermanos,
la sangre derramándose
y las familias rotas.

Qué mañana de lucha,
corazones secos, noches oscuras.
Y los hombres, sin alma.





PÉTALOS DE ROSAS




Pétalos de rosas en el altar de bodas.
Hoy, coronas, llantos, gritos.

En mi sombra, dolores de derrumbe,
en el transcurrir de los años desnudos.

Aguas contaminadas,
sed saciándose, juventud imberbe.

Camino descalzo;
mi dinero controlo, mi cama hago,
mi ropa lavo, mis sueños plancho.

Me levanto cuando me despierto,
y me acuesto cuando tengo sueño.

Agua fresca, ilusiones nuevas,
prosa, poemas, versos.





LA GARNACHA Y EL TEMPRANILLO




En el umbral del estío tuvimos un nuevo encuentro,
bajo la atenta mirada del sol y de los chopos de la ribera.

Llegué sudoroso del sur a tu casa de Castilla,
y te encontré, sirena del Ebro, con tus canas vivas.

De los sarmientos de tu cepa, manaron dos racimos:
el primero garnacha y el segundo tempranillo.

Al verme, el salitre del Moncayo
que envuelve tu cuerpo, desprendió erizadas lágrimas.

La garnacha está florida y te acompañaba por tus espinas.
Yo sentado en el rectorado, te esperaba con el tempranillo.

Son vides riojanas que se crearon con sangre tuya y mía;
cincuenta por ciento de Soria y el resto de Andalucía.





SENTÍ LA MUERTE




Sentí la muerte hace años,
y aún retumba en mis oídos su aullido,
en esos vestuarios solitarios de hielo.

Eras una sirena entre mis manos,
caliente como horno de tanatorio,
y fría como el congelador del cementerio.

Mi nueva sombra se iluminó de nuevo,
miré tu cara y te dejé en el olvido.





NIEVE





Mirando tras el cristal de la luna,
diviso tu nevada silueta.

Por el viejo camino,
hacia tu paz y esperanza.

Callas al estar distante,
niña morena y clara.

Al crecer en un oscuro temporal,
de fríos, nieves y agua.

Mariposa de arco iris,
luz a mi alma llega.

Y por tu silencio mudo y seco,
no respiro y me ahogo.




DESPEDIDA




Un último suspiro al cerrar la puerta,
y llegaron a mi tinieblas y oscuridades.

Ojos resentidos, tormentas de primavera,
las niñas lloran, no comprenden nada.

Después de diez años,
ellas han crecido.

Y yo, agonizo.





ESTACIÓN DE LARGO RECORRIDO




Tiembla el suelo en la estación de largo recorrido
y aún retumban en mis oídos las deflagraciones
asesinas del once de marzo, mientras el metro circula
sigiloso por las entrañas de la tierra.

Calor infernal en la sala de espera, y el termómetro
marca cuarenta grados a las siete de la mañana.

Controlé mi equipaje por el propio beneficio,
llevándomelo a cuestas a los urinarios.

Los vigilantes armados se comunican con sus silencios,
y alertas están mis ojos del sur de al-Andalus,
ante las miradas rapaces de los cazadores.

Dos peregrinos viajan hacia Roncesvalles
para iniciar el camino,
y yo dirección a la cuna del Castellano.

Tengo los labios secos y el cántaro roto;
vaso de agüita fresca de manantial o río
necesita mi sediento cuerpo,
que yace en un banco alerta.

El aguaó pasó de largo con sus mulas a caballo,
y yo deseaba salir de la estación galopando.






SE ESCAPA DE MI





Intento frenar el tiempo,
pero se escapa de mi.

Grandes recuerdos,
en mi soledad deseada.

Siempre yendo y viniendo,
andando, y sin parar de caminar.





BAELO




Ella, capitana de mis mares,
navegó contra corriente por el Estrecho,
arribando a buen puerto, refugiándose.

La travesía la realizó en un puente,
desde el Guadalquivir hasta Bolonia,
en una mañana de otoño.

Marineros de agua dulce la siguieron,
y recorrieron el polvo del pasado,
no encontrándose a Baelo con Claudia.

Palparon el teatro romano, el templo, las casas,
y a sus pasos les acariciaba la brisa y el viento.

Se bañaron en el rocío de aguas cristalinas,
cubriendo sus cuerpos con ramas de olivos.

Llevándose a la mezquita mí sombra,
y yo acudí por sus rastros a las ruinas.





LLANTO




¡Ay, qué amargura de vida
llevo en este calvario;
nadie me ayuda un poco,
en mi solitaria lucha!

Exclamo llorando al cielo
¡Por qué tanta desidia!,
y el cielo no me responde.






------------CUADERNO TERCERO

Aguas revueltas






CABELLO GRISÁCEO


Cabello grisáceo y largo,
barba de varios días.
Orín en la bragueta,
lámparas de miserias.

Mirada traidora e hiriente,
zapatos sucios y rotos.
Apariencias de mendigo,
y se baña en el oro.

Le aflora la envidia,
por su envenenada existencia.
Me cambio de acera,
y no huelo su podredumbre.

Venera y alaba a las autoridades,
tenderete en la calle y plaza del pueblo.
Su mejor virtud, la agonía;
su mayor placer, hacer daño.

La editoriales, no le suministran
los escritores, no cobran
Horchata avinagrada en sus venas,
le mana hiel... no sangre.




EN LA DISTANCIA




Ella en su Olimpo y
yo en la Bahía de Algeciras,
en una noche estrellada,
a la sombra de un olivo.

La sentí sin sentirla,
la besé sin besarla,
la acaricié sin tocarla,
la tuve sin tenerla,
la saboreé sin probarla,
la percibí sin percibirla,
la penetré sin penetrarla...

Y enloquecieron nuestros gemidos
amándonos en la distancia.

Nos sorprendió la aura,
ella por su camino,
yo por el mío.




SIMBIOSIS



Higuera madura de leños,
ojos de dulce luna, rayo negro.

Mirada profunda de sus mulas sobre mis canas,
sierra de mis pensamientos,
aroma de incienso y de madroño.

¿Qué hice en los primeros segundos del año,
para permanecer desde entonces entre rejas?

Yo encarcelado y tú libre,
carcelera de mi alma y llave de mi suerte.

No me ates en tus prados,
las bestias pastaran a sus anchas
y yo beberé de tus manos.





EL AMOR SE FUE





El amor se fue y repeles mis caricias
con tus silencios rasgados.

Se alejó, el manantial de tus deseos.

¿Existe otro?

No me responda ahora, el tiempo es sabio.

Nuestro pasado, tú y yo,
y lo guardo con llaves, cadenas y candados.




VIDA O MUERTE




Cuando recojas mi cuerpo, muerto,
entre tus brazos; no llores, alégrate, otro vendrá.

Conviérteme en polvo y arroja mis cenizas,
en almendros, en calles, plazas y mares,
de nuestras aldeas y pueblos.

Te esperaré hasta que llegues viva, muerta,
sola o acompañada.
Y te recibiré llorando.




REPTILES




Todas las noches lloraba,
al sentir la nana de la aurora,
temblores, bostezos, gente carcomiéndose.

Río revuelto, aguas borrascosas,
nieve en polvo, cenizas radioactivas.

Navidades negras, Argentina hambrienta,
corralito de gallinas, cazadores muertos,
levantaron la veda a los pájaros.

Malvinas, tiranía, la humanidad agoniza,
niños desnutridos, holocausto y genocidio.

En mayo, lloran las madres de la plaza.
Flores para ellos del jardín del cielo.

Torturadores y encubridores,
reptiles venenosos.




LAGO DE LOS ESPEJOS




Brillaba su silueta en el lago de los espejos
y, al encontrármela sentada en el árbol,
bebí, sorbo a sorbo, sus mareas y el aire,
mientras mis manos sangraban nadando.

Zarzal de brisa cristalina,
que baja, uno a uno, los peldaños,
subiéndolos, con cautela, paso a paso,
en el holocausto de mis aguas.

Manantial pedregoso de monasterios y ríos,
enredadera de mañanas y noches muertas.

Ventana de albahaca y blanco azabache,
suspiro desde dentro, callo y espero.





EN MIS SUEÑOS



Desde la autovía de mis sueños,
diviso a lo lejos, la Alhambra.

Los rayos solares me deslumbran,
al caer el astro por el horizonte.

Campo de Gibraltar, Muro y Logroño,
y ella esperándome en la Alcazaba.





MUÑECA REBELDE




Noche dispersa en Zahara,
el viento alejó la lluvia y acercó la tormenta.

Mis ojos desconcertados temblaron,
con tus quebradas palabras.

No sé que camino me indicas
con el rocío de tus celos.

Con la angustia de tus inseguridades
y tus muertos lamentos.

Mi amor por ti, sigue vivo,
racimo de roja sangre y blanca agua.

Árbol torcido, rosa con espinas,
dulce vinagre, muñeca rebelde.




EL SENTIR DE MI DESPERTAR



Son las ocho de la mañana en el horario de verano
y las persianas de mis ojos
se han abierto hoy más temprano que nunca.

No han cantado los gallos,
pero sí la campanilla de esperanza.

La hora, ha cambiado la madrugada
en este domingo de otoño
y, al despertar lentamente,
la primera imagen que me vino
fue la luz de tus pupilas.

He pasado una extraña noche
y no fue una cena copiosa.

Necesitaba una caricia,
tú me la diste con tu mirar
y temblaron ateridas mis sábanas.

Esa luz que llevo, es fuego,
entró en mi vida casualmente
y desearía que a partir de este momento
me iluminara, paseando por Baelo
o por los senderos que tu quieras.

Cuando escribo estos versos,
deseo que el teléfono suene,
para escuchar tu voz
y comprobar a través de tus palabras,
si has pasado buena noche
y si quieres ser mi amiga.




ESPERÁNDOTE




En este primero de agosto de dos mil cuatro,
el sol brota entre nubes y lluvias.

Y arrecia con toda su bravura
cuando las gaviotas se resguardan en las marismas.

Tú, brisa marina, tienes ancladas las barcas
en la Bahía del cielo, esperando a que amaine.

Para perfumarme de nuevo con tus caricias,
y que la espuma de tu cuerpo me embriague.

Te he visto morir de pena en las profundidades,
pero tus olas renacen de tus cenizas saladas.

Y te espero desnudo alrededor de una candela,
por ser más que un deseo y aún más que un te quiero.





LÁGRIMAS BLANCAS



Tengo ganas de llorar en tus hombros
y abrazarte, alma mía;
abrazarte y secar mis lágrimas claras
en tu blanco pañuelo,
bordado con azahar y clavo.

Motivarme entre tus brazos
y hacerte sentir que toques
con los ojos las estrellas,
cuando perciba tu derramado amor
por las curvas de mi cuerpo.

Habla y no calles en el pensar de tus deseos;
¡habla!, porque los silencios matan.
Y no suspires en el paseíllo,
porque la muerte se acerca
y mi vida se apaga.

¡Habla!, y ven a mi cuarto y cerraré la puerta,
con un candado especial con cadenas y llaves.

¡Habla!, y verás la luz gritando embriagada,
al introducirme en tus pechos,
con el veneno de mis labios.

¡Habla!, ¡habla!, que mi entidad muere,

con deseos y lágrimas blancas.

¡Habla!, ¡habla!, que mi alma se congela;
cascadas, ríos, fuentes,
caños y huracanes: penas.




AMAPOLA


Diosa amapola de mi rojo jardín,
sembrada en tallos verdes
y regada con aguas rotas,
en los prados de mi Bahía.




Entrañable y bello pétalo rosado,
de un tren imparable de amor y deseos,
que contemplo y acaricio desde el vacío de mi soledad,
al alejarse de noche y penetrar en las entrañas de la huída,
desprendiendo gemidos de júbilo y miel de su río.


Sólo yo y sola ella en el puente de piedra,
perdidos por caminos dispares de la sombra,
en busca de un fuego que nos abrase las manos,
y sin querer quemarnos con el besar de nuestras bocas.


Beberé de su cuerpo en llamas
y cruzaré la frontera de su sal marina,
aunque las sábanas blancas destiñan
con el roce de las olas de nuestras carnes.


Me estás arrancando la sequedad de mi lengua

y alejando el humo sumergido de mi hoguera,
cuando me encuentro tumbado desnudo en la playa,
sin pensar en otra flor de azufre,
al enloquecerme con el delicado tacto de tus miradas.


Trashumante pastor de ovejas, cabras y cabritos,
que desconoce el corral de su definitiva morada;
pero en el morral lleva tu delicado lienzo,
para colgarlo en sus paredes y soñar al mirarlo.
Porque lo que es quererte, te quiere.





EL SABOR DE LOS CELOS




Andalucía por ti sólo me encarcelo,
la casta se me ha vuelto como un junco quebrado.

Verde en el tallo, flaco y seco en lo florido,
picante, blanco, negro.

El caballo de don Quijote relincha
al ver pasar el cadáver de una joven.

Ración de alfalfa le doy;
mi alma hoy descansa,
la de ella para siempre.

Me enamoré de una dama de mil lunas,
y bebí veneno de su baúl astillado.

Mantillas agujereadas, polillas,
cuernos adornados, rojo terciopelo.

Ya no saborearé más los celos,
me quedo con el recuerdo del olor de su vientre.

Acaramelado, amargo y dulce,
el amor se fue y yo pasivo hacia ella.

Río de amarguras engalanadas con vidrios,

surcos en la orilla, huellas asesinas.

Sabor de agria alegría,
cuatro poemas y un verso, solamente.




LANZAS Y FLECHAS



Un verso es una lanza o una flecha
en esta vida de luchas.

Muchas lanzas o muchas flechas
se convierten en poemas.

Los hay de amor, odio, desespero y miedo;
también sobre la naturaleza, el mar,
el cielo y la tierra.

Bécquer murió joven y Alberti le dobló en años,
uno escribió al amor y el otro al barco velero.

Parco en palabras, en mi bohemia vida llevada,
tres almas marineras navegando en pateras.

¡Oh Dios de los cristianos!,
cuánto decir en esos poemas quiero,
porque escribir, es lo que da vida.





BODA



Bragas de ganchillos,
boda de hipócritas.

Mantos de seda,
ceremonia apañada.

El cura acaricia la bandeja,
los monaguillos se emborrachan.

Sonrisas, lloros forzados,
casamiento ajustado.

Dos familias unen su hacienda,
el interés manda, el amor falta.

Son más ricos, más poderosos.
Más de lo mismo.




MURO


A la esencia de tus calles, plazas, caminos;
la fuente y el castillo...


Yo iba hacia el abismo,
pero tú me paraste en tus pechos
y allí sorbí del aire.
Y me quedé desnudo
entre el día y la sombra
secando, la carrasca de tus montes,
todo mi cuerpo abierto.
Y se me abrió el amor,
pintando las paredes de mi casa de piedra
de la calle Real.
De ti ya conocía a los vecinos
y los campos de trigo y de barbecho,
y las granjas de pollos, parideras,
y tu paz y tus flores.
Buena gente, tu gente
y fiel a sus principios, aunque haya
un tizón que aventar en las candelas
que oscurecen lo blanco son sus ascuas.
Sendero de mi suerte eres, tú, Muro,
que ahuyentas las nieblas. Siendo yo
azul de los océanos y nieve del Moncayo.
Y mar abierta.




OVEJA VIEJA



En los campos sorianos,
entre caminos y zarzales,
un pastor perdió de vista,
a una oveja rezagada de su rebaño.

Al perro mandó a por ella,
mordiéndole en una pata;
al apagársele la vida después de tantos años,
produciendo corderos, leche y lana.





BLAS INFANTE


A María de los Ángeles Infante...



En un tres de agosto,
por la ruta de un toro español circulaba,
dirección a una venta de carreteras,
en unión de una íntima amiga,
para celebrar mis cincuenta años.

Acerqué su cara a la mía
y despacio le recité al oído.

¡Unas balas fascistas,
disparadas con nocturnidad y alevosía,
le quisieron callar.
Pero sus asesinos no se percataron,
de que su voz sigue viva!

Porque antes de morir
gritó tres veces seguidas,
con versos rojos de sangre.


¡Viva Andalucía Libre!




OLIVO VERDE Y BLANCO



A mi buen amigo Pedro Ruiz-Berdejo...



Por campos andaluces,
camina un peregrino,
en busca de un olivo
por los surcos arados.

Inmóvil se quedó al encontrarlo,
izado en el mástil más alto.

Sus antepasados de al-Andalus,
derramaron su sangre al anudarlo.

Anchos son los campos de Castilla
y estrechos los de Andalucía.

Obreros explotados en las ciudades.
Y, en el campo, los jornaleros.




ATARDECER



Atardecía en el sur,
y una corza mujer abrió sus ojos.

Sus labios derramaron blancas nieblas,
yo las percibí en silencio.

No dio tiempo a decirle que la amaba.

Cada vez que recuerdo,
aparece en la sombra.




EL TREN




Cuando suba a tu tren,
llévame hasta el final del trayecto.

No me hagas bajar a mitad del camino,
hacia lo oscuro de mis noches.

El corazón me partes
y nuestro amor se paga.

Mi cuerpo va cayendo
hacia una selva muerta.




CONTRASTE


Este querer, queriendo en la distancia.
Este querer, al rocío de tus lágrimas.
Este querer, a tu alma callada.
Este querer, así te quiero.



Cuando amanezco,
me entrego a tus brazos
entre coches, tejados, grúas y árboles.

Torbellino de mi despertar,
bálsamo de mis sueños.

Balcón de azahares,
canela de mis luces.

Deseo besarte y no alcanzo,
desde la ventana de mi casa.

Al ser paloma desértica,
y reina del largo Estrecho.




DUNAS




La duna de Bolonia,
carne natural de otro manantial;
revolea su falda por el Estrecho
a través del largo y moldeado cuerpo,
al llorar rota en silencio.

Mar y campo, hierba mojada,
cintura marcada, ojos claros;
tacones en puntas, orejas pegadas,
piel rubia, escasas manos, hija del desierto
sin arrugas, ni estrías y ni cáligas.

Suéter negro, pañuelo en el cuello,
en invierno, sus corrientes me hielan,
en verano, su silueta me abrasa;
oleaje bramando, brisa sin planchar,
y mi cama, sin hacer, aguarda.




ENTRE TUS SÁBANAS



En la distancia, me metiste entre
tus sábanas anaranjadas.
Toda la noche amándonos,
cada momento, cada segundo
hasta enloquecer gimiendo
en el cercado de tu cuerpo;
con las ubres ardientes,
la piel mojada y
los labios sedientos.




CORRIENTES




Las corrientes del Estrecho,
las corrientes de mis mares.

Las corrientes de mi cuerpo,
las corrientes de mis ríos.

Estrecho, mares y ríos
suspiran por la Mezquita.

Deseos mudos y rotos,
iré a su encuentro.




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Este libro se terminó de imprimir
en los talleres de Tipografía A. Mazuelos S. L.,
el 14 de febrero de 2005, festividad de San Valentín,
día de los enamorados.


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