Pensamientos
al inicio del sendero otoñal
“Cuanto más bobo es un inútil, más feliz es el
desdichado, al utilizar su mezquindad sin contemplación”
José
Salguero Duarte
Domingo,
28 de septiembre 2015
Viajeros
al tren, se escucha en los altavoces de la estación de largo recorrido. Pero
acorde a mis principios, hago caso omiso a la eminente orden de salida del
tren. Al no tener intención de subirme, porque me apearía hasta en marcha, nada
más que el jefe de estación hiciera sonar su silbato. Y comenzara la locomotora
a emanar su vapor, al azuzar la candela los fogoneros de servicio.
“Vale
quien, sirve, y servir es un honor”, es lo que intentaron inculcar a la
juventud, en ciertas acampadas de
verano, a través de malintencionadas cancioncillas del régimen franquista. Pero
conmigo no lo consiguieron, porque al tener conciencia de la triste realidad
circundante. Con la razón afín a mi edad, comprendí que servir por servir,
sería mucho servir por mi parte. Por ello, como un corderillo recién parido, me
fui en busca de la ubre de la democracia y libertad, para amamantarme del
néctar de la vida. No pudiendo, desde entonces, soportar ni por un momento, el
tarareo de esas y otras letrillas, al atormentarme cada vez que las oía.
Por
ello, las mentes que se aferran en añejas doctrinas cavernícolas, no son
jubilosas al haberse empecinados en permanecer en su retrógrado caos. Negándose
a reciclarse con cristalinos manantiales, al estar muy preocupadas de no perder su credo. El que emite hostiles
sacudidas, como los sonidos que producen los cascos de un borrico, aporreando
las teclas de un piano. Pero, a pesar de esa disyuntiva, de ser unos insensatos
faltos de juicio, no se despojan de los yugos que los estrangulan.
Consecuentemente,
“dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, dijo Arquímedes, cuando desarrolló
su ley de la palanca. Al descubrir el gran trabajo que realiza una estaca con
el menor esfuerzo posible. Estando más que acertado, así como los que se
encuentran en el camino en busca del bien a través de la cultura y la
ciencia... Aunque, a estos relevantes no hay que sacarlos de su hábitat
natural, porque si los metes en una reunión de déspotas, al no soportar sus
sandeces. En un tiempo record la revientan, huyendo cada uno de los asistentes
escalonadamente, como cuando por
compromiso acuden a un entierro, y
rápidamente ponen mil y una excusas para marcharse, al no tener nada que ver
con el sepelio.
¡Qué
envidia se le puede tener, por tanto, a los necios!, por gozar de los
parabienes de la morralla, al actuar como volatineros y bufones de los sistemas
universales de dudosa vergüenza. Sistemas que los encarcela por su bajeza y
sumisión, en una celda sin barrotes cercada con un muro infranqueable. De la
que nunca saldrán, salvo que los
mediocres jugos de su ambrosía, les hagan ver la desgracia de su desdicha
digestiva.
Por
ello, ¡Bendita sea mi locura!, grité varias veces, el 23 de septiembre pasado,
en la solitaria ruta donde transito, en busca de la alborada del nuevo sendero
otoñal. Porque ni en mis noches serenas, iluminándome con la luz de una
candela, bajo el manto de las estrellas, a orillas de las playas gaditanas,
embriagándome la brisa de la mar en calma. Nunca aplaudí a los oscuros actores
interpretando sus interesadas comedias. Sino cuando los quejidos del alma me
estimulan a ello, cuando verdaderamente se lo merecen las personas con
principios. Porque confundir a un don nadie con una excelsitud, es mucho
confundir del reino animal donde habito. Por ello, pienso que, cuanto más bobo
es un inútil, más feliz es el desdichado, al utilizar su mezquindad sin
contemplación, trepando sin cesar, hasta alcanzar sus rituales placenteros
recubiertos de cismas, que no le permiten distinguir el bien del mal, si es de
día o de noche, ni si hace frío o calor.
Consecuentemente,
es una actitud insultante, la de los mentecatos y bobos. Al creerse llevar
todas las papeletas, en cualquier tiempo y lugar, para ganar el pastel que rifa
la marrullería de sus rufianes, haciendo trampa en cada una de las jugadas.
Retirando previamente de la venta, el boleto correspondiente al número que
engañosamente saldrá premiado.
Teniendo
grabado, cuando un padre desesperado, por los amargos lloros de su pequeña
hija, por una muñeca de la tómbola, en
la pasada feria algecireña. El que, por muchos boletos que compraba, el
feriante no se apiadaba de ella ni de él, al ser ese su sustento, teniendo por
objetivo ganar el mayor dinero posible a costa de que el palomo de turno se
‘desplume’ solito. Porque no todos los días del año, hay ferias para hacer
dinero, pero sí para los recaudadores de los arbitrios e impuestos del régimen
oportuno…
La
cuestión es que, estimado lector, yendo y viniendo por estos y otros
pensamientos, llego al final de esta tribuna. Deseando escribir la siguiente,
cuando la locura de mis musas me irradien.