jueves, 3 de junio de 2010

Día Mundial sin Tabaco


José Salguero Duarte
Jueves 03-06-10


En esta vida, cada cual es libre de hacer con su salud lo que le plazca, pero su libertad termina en el momento que se atenta contra la de otra persona. Por consiguiente, el que quiera fumar que lo haga pero sin dañar la salud de las personas contrarias al tabaco, al ser una de las drogas más dañinas que existen.

Por lo que, el 31 de mayo, se celebró el Día Mundial sin Tabaco, habiéndose llevado a cabo campañas informativas y de concienciación, debido a las gravísimas repercusiones contra la salud que ocasiona ser fumador activo o pasivo, porque un cigarrillo contiene decenas de sustancias cancerígenas, provocando no sólo cáncer de pulmón sino muchas más enfermedades.

He de decir, que mantuve tres absurdos periodos diferentes con el tabaco. El primero fue en mi niñez fumándome unas trancas impresionantes de matalauva liada en papel de estraza, formando en el cuarto de baño unas humaredas tan enormes, como las de las chimeneas contaminantes de las empresas petroquímicas del arco industrial de la Bahía de Algeciras.

De esa etapa pasé a otra más sería coincidiendo en mi época de estudiante de bachillerato en Algeciras, en la que cada tarde al irme al instituto, me daban en casa una peseta para un refresco. Y lo que hacía era comprarme un cigarrillo rubio de la marca Bisonte y otro negro de la marca Celtas Cortos. Primero me fumaba el bisonte desde la punta de su cornamenta hasta la cola del rabo y después el celta con armadura y lanza.

Afortunadamente tras varios años dejé de fumar no sin esfuerzos. Pero hubo una tercera y última ocasión que me enganché de nuevo al tabaco, en un momento de debilidad tras sufrir un accidente de moto donde me rompí los brazos y la cara...
Ni se imaginan las veces que me maldecía, por la torpeza que había vuelto a cometer, ya que me encontraba otra vez totalmente atrapado por la nicotina y por los productos químicos que contiene no sólo el tabaco sino el papel que lo envuelve.

Pero, al ser una persona que practicaba determinadas especialidades deportivas, en las que había que tener fuerza, entereza y fondo físico…, puse en una balanza los muchos perjuicios que me proporcionaba el tabaco. Y al ser consciente que los cigarrillos perjudicaban seriamente la calidad de vida de mi salud, dejé de fumar definitivamente diciendo un no rotundo al tabaco. Y jamás volví a ponerme un cigarrillo ni apagado en la comisura de mis labios.

Hoy, afortunadamente, si no me echan el humo a la cara, no me percato que fuman cerca de mí, porque ignoro esa acción totalmente como si no la viera. Pero evito entrar en locales cerrados, porque mi estancia duraría escasos minutos, al no poder soportar el picor en los ojos, y esa pestilencia sobre todo en la ropa interior y cabellos.

Estimado lector, si usted quiere dejar de fumar como lo hice yo, debe en primer lugar concienciarse de querer dejar de estar sometido a una cosa tan pequeña y tan ridícula como es un cigarrillo, pero tan dañina como las pestes de las guerras, y tan hipócrita como las ordenanzas gubernamentales en sus campañas antitabaco.

Por consiguiente, si he conseguido dejar de fumar, usted también lo conseguirá al considerarse más machote, cuerdo e inteligente que yo. No obstante, si me lo permite, le voy ayudar a que comience a concienciarse de su triste realidad. Para ello, deberá realizar una simple multiplicación de la siguiente forma.

Tome un cigarrillo y póngalo a la vista. Múltiple los cigarrillos diarios que se fuma por treinta días que tiene el mes, debiendo contar los excesos en bodas, bautizos, cumpleaños, juergas… El resultado lo multiplique por doce meses que tiene el año. Y este último resultado lo multiplique por los años que lleva fumando. ¿Se ha sorprendido? Suerte, -aunque sarna con gusto no pica-.