jueves, 21 de octubre de 2010

Sindicato Unificado de Policia de Algeciras




José Salguero Duarte
Jueves 21 octubre 2010
http://salgueroduarte.artelista.com/


En la madrugada del lunes 4 de octubre de 2010, cuando me encontraba con los ventanales abiertos en las primeras luces del alba, observando caer las primeras lluvias del otoño. Me impregnada a la vez del olor a hierba mojada, mientras sonaba de fondo los acordes del Himno de la alegría de Miguel Ríos.

Situación, que me hizo recordar, en ese tren que cada día tomo hacia la libertad, una frase que leí en la tarde del día anterior, perteneciente creo al poeta inglés Charles Caleb Colton que dice: “Delibera con cautela, actúa con decisión, cede con cortesía e imponte con firmeza”.

Y con la magia del poder de esos pensamientos filosóficos, sabiendo que no debo apuntar con mi pluma estilográfica indiscriminadamente. Pero mucho menos debo irme por los cerros gaditanos desde Algeciras hasta Cádiz, si quiero llegar cuanto antes a la cuna del constitucionalismo español de La Pepa de 1912.

Es por lo que, como no hay cosa más bella y noble en esta vida para mí, que luchar contra el oficialismo y contra el atropello del ordeno y mando. Os dedico estas palabras, porque según el filósofo griego Aristóteles “La esperanza es el sueño del hombre despierto”.

Y vosotros, los dirigentes y afiliados del Sindicato Unificado de Policía desde que desmilitarizan el Cuerpo. Siempre habéis luchado con la esperanza de lograr el pleno bienestar del pueblo español, no sólo sindical y civilmente como unos ciudadanos más de la sociedad. Sino a través de la noble misión que habéis realizado durante vuestra carrera profesional, vistiendo el honroso uniforme del Cuerpo Nacional de Policía.

Pero, me consta, que no os lo han puesto fácil, ya que la política española, bajo mi modesto entender, nunca o casi nunca ha sido totalmente impoluta. Y a pesar de ciertas adversidades, luchasteis contra vientos y mareas sorteando toda clase de trabas.

Por consiguiente, me descubro ante vosotros, porque en solidaridad a la memoria del compañero el oficial Juan Montiel. Decidisteis no participar en los actos celebrados en San Fernando (Cádiz), en la entrega de condecoraciones con motivo del la festividad de vuestro patrón Los Ángeles Custodios.

Al haberle sido denegada a título póstumo por la Dirección General de la Policía, la Cruz al Mérito Policial con distintivo Rojo que le solicitasteis. A pesar de que falleció el pasado año en su domicilio de la barriada de El Rinconcillo de Algeciras, “como consecuencia de varios disparos realizados contra él, hecho del que tiene mucho que ver su condición de policía”.

Sabed, que en esa mañana que describí inicialmente, cuando leía vuestra denuncia que decía: “Los criterios de concesión de recompensas no han sido modificados desde hace treinta años, manteniéndose desde entonces el mismo sistema arbitrario e injusto”.

Os comprendí totalmente, porque considero que los premios y las recompensas en cualquier profesión u oficio, jamás se deberían conceder por amiguismo, enchufismo o por oportunidad política. Y mucho menos a los chivatos, espías o submarinos que haberlos los hay, en todas las empresas y estamentos públicos o privados.

Por lo tanto, si consideráis que la concesión de la medalla que le solicitasteis a Juan Montiel, “hubiese sido la Medalla con distintivo Rojo que con más merecimiento se hubiera entregado jamás a un funcionario policial de Algeciras”. Yo también lo creo así, porque fue un excelente profesional y mejor persona. Ejemplo a seguir siendo admirado y querido por todos, al poseer un sentido del deber ejemplar.

Y para nada pienso, si es verdad que existe otra vida, que allá donde se halle se deba sentir mal, sino muy orgulloso de vosotros. Porque como dijo Aristóteles: “Sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio”.

Por consiguiente, como “el Cuerpo Nacional de Policía, está siempre dispuesto al servicio de España. Protector del ciudadano, de la paz y de nuestra democracia”. Estáis llamados a sentaros en la gloriosa mesa de la gente de bien. En la que es obvio para mí, que no tienen cabida los que en el cumplimiento de su deber se creen justos sin serlos.

Como posiblemente haya podido ocurrir en este caso denegándole hasta el agua, el pan y la sal policial a Juan Montiel a través de esa medalla, ganada muy honrosamente por su intachable expediente profesional e incluso derramando hasta su propia sangre. Y es por lo que admirado agente de la autoridad Juan Montiel:

Escribiré en la tierra de tu tumba,
con el tallo de una rosa,
tu nombre con mi sangre,
y mis lágrimas derrumbándose.

¡Cuántos latidos noto!
¡Cuántas esperanzas truncadas!
¡Cuántos recuerdos abiertos!

Deseándote paz eterna,
y a tus compañeros,
del Cuerpo Nacional de Policía,
salud, paz y suerte.