Hienas de los reinos
animales
No cesando de rastrear buscando nuevos objetivos por tierra,
mar y aire”
José Salguero Duarte
Ciertas hienas son necesarias para el mantenimiento
de los ecosistemas animales, pero no para el engranaje de una sociedad
democrática. Porque a pesar de exteriorizar ser dignas directrices del sistema,
ocultan las alimañas repugnantes que llevan en sus entrañas. Por ello, actúan
individual o colectivamente hasta contra las criaturas más indefensas de la
sociedad de sus reinos, amparadas por inquisidoras leyes que las protege.
Realizando entre ellas relevos periódicos, hasta con camuflajes adecuados según
circunstancias. Y esperan el momento oportuno para someter a las presas, a los
dominios que imponen charlatanamente.
Estas hienas a las que me refiero de toda graduación
y categoría. Fuera de su hábitat natural son cobardes y sumisas, a pesar del
potente cuerpo al que pertenecen, especialmente las manchadas, que son las que
configuran herméticos círculos con otras de igual condición, transmitiéndoles
su sarna para que actúen sin sutileza.
Poseen ejércitos de subalternas que son utilizadas para que monten
guardia sobre las víctimas, haciéndoles toda clase de seguimientos, para
posteriormente ordenar la líder de la majada, una emboscada tras atar todos los
hilos. Aunque, en estos tiempos, con tantos avances tecnológicos, son temerosas de que las graben ejecutando una de sus
represoras batidas. Siendo duras adversarias con las que les hacen la
competencia robando, asaltando, mangando o trincando manducatoria viva o
muerta.
Las hienas se enfrentan entre sí feroz y
subterráneamente, para imponer su ley, para no ser despojadas del poder que
gozan en sus áreas, distritos, departamentos o territorios. Generalmente las de
segunda fila son obedientes, fieles y resignadas a las directrices marcadas por la líder del grupo,
que es la que lleva el bastón de mando contra los que no acatan sus procederes.
Dependiendo de la calaña de cada una de ellas,
disponen de aparatos reproductores que les provoca disfunción eréctil. Siendo
difícil distinguir su sexo, ya que algunas hienas son confusas al tener un
clítoris parecido a un pene marrano con berbiquí de zahúrdas. Los que hacen
funcionar con cucamonas sustanciosas de sildenafil. Pero entre las superiores e
inferiores potencian con sus órganos el mantenimiento de su casta. Desprenden
un nauseabundo hedor procedente de sus glándulas sexuales anales, debido a las
constantes vitales de su combustión gaseosa.
Estas hienas cuando están en peligro de extinción, se
repliegan con el rabo entre las patas. Manifestando su falsedad a través de
risas y carcajadas a contratiempo.
Alineándose en caso necesario, con otras facciones tan malignas como
ellas, para castigar furtivamente con o sin luz. Adiestran a las propias y a las ajenas, pero si no pasan por el aro,
les retiran la dosis diaria y de una dentellada las fulminan con sus potentes mandíbulas.
Teniendo siempre una puerta abierta para sus huidas, cubriéndose los lomos.
Disfrutan de placenteras guaridas con toda clase de
comodidades. Y cuando realizan las batidas son escoltadas a corta distancia por
otras de la misma horma. Ejecutando patrones de comportamientos comunes de
acuerdo a sus códices reglamentados o sin reglamentar. Escondiendo sus capturas
en A o B en fosas afines, sacándolas públicamente cuando les interesa. Por
ello, no se olvidan donde las tienen escondidas, para no levantar sospechas
sobre sus innumerables ilegalidades cometidas.
Las hienas al ser carroñeras, han arrasado todo a su
alcance, repartiéndose el botín en riguroso orden jerárquico. No cesando de
rastrear buscando nuevos objetivos por tierra, mar y aire; para proseguir
aumentando su plutocracia como fuere, porque las normas emanan de ellas. Tienen
las manos y las patas muy largas. Y realizan tanto con los cuartos delanteros
como con los traseros toda clase de
movimientos cuando se ven desprestigiadas. Arremetiendo sin piedad para obtener
privilegios y ser condecoradas. Pero en determinadas operaciones, las pardas
pueden morir en manos de sus hermanastras las manchadas.
Hasta reptan debido a que se tienen que adaptar a los
lugares donde han de llevar a cabo sus encamados. Por ello, al menor indicio de su presencia,
debemos estar alerta, porque pueden
realizar trayectos cortos y largos hasta dar con sus presas. Y cuando los
tienen en el punto de mira de sus objetivos, los rodean hasta secretamente,
para no hacerse notar carroñamente... Desplegando todas las medidas oportunas a
su alcance, para evitar que se percaten de sus bastardas y malignas
intervenciones vía satélite, por plasma,
en UHF o por cable de fibra varonil de alta definición. ¡Uf!… ‘mare’
mía. ¿Se asemeja usted a alguna de estas clases de hienas? “No”. ¡Ah!, menos
mal. Me congratula.