jueves, 20 de febrero de 2014

Hienas de los reinos animales


Hienas de los reinos animales

 
“Las hienas al ser carroñeras, han arrasado todo a su alcance, repartiéndose el botín en riguroso orden jerárquico.
No cesando de rastrear buscando nuevos objetivos por tierra, mar y aire”

 


José Salguero Duarte

Ciertas hienas son necesarias para el mantenimiento de los ecosistemas animales, pero no para el engranaje de una sociedad democrática. Porque a pesar de exteriorizar ser dignas directrices del sistema, ocultan las alimañas repugnantes que llevan en sus entrañas. Por ello, actúan individual o colectivamente hasta contra las criaturas más indefensas de la sociedad de sus reinos, amparadas por inquisidoras leyes que las protege. Realizando entre ellas relevos periódicos, hasta con camuflajes adecuados según circunstancias. Y esperan el momento oportuno para someter a las presas, a los dominios que imponen charlatanamente.

Estas hienas a las que me refiero de toda graduación y categoría. Fuera de su hábitat natural son cobardes y sumisas, a pesar del potente cuerpo al que pertenecen, especialmente las manchadas, que son las que configuran herméticos círculos con otras de igual condición, transmitiéndoles su sarna para que actúen sin sutileza.  Poseen ejércitos de subalternas que son utilizadas para que monten guardia sobre las víctimas, haciéndoles toda clase de seguimientos, para posteriormente ordenar la líder de la majada, una emboscada tras atar todos los hilos. Aunque, en estos tiempos, con tantos avances tecnológicos, son temerosas  de que las graben ejecutando una de sus represoras batidas. Siendo duras adversarias con las que les hacen la competencia robando, asaltando, mangando o trincando manducatoria viva o muerta.

Las hienas se enfrentan entre sí feroz y subterráneamente, para imponer su ley, para no ser despojadas del poder que gozan en sus áreas, distritos, departamentos o territorios. Generalmente las de segunda fila son obedientes, fieles y resignadas a las  directrices marcadas por la líder del grupo, que es la que lleva el bastón de mando contra los que no acatan sus procederes.

Dependiendo de la calaña de cada una de ellas, disponen de aparatos reproductores que les provoca disfunción eréctil. Siendo difícil distinguir su sexo, ya que algunas hienas son confusas al tener un clítoris parecido a un pene marrano con berbiquí de zahúrdas. Los que hacen funcionar con cucamonas sustanciosas de sildenafil. Pero entre las superiores e inferiores potencian con sus órganos el mantenimiento de su casta. Desprenden un nauseabundo hedor procedente de sus glándulas sexuales anales, debido a las constantes vitales de su combustión gaseosa.

Estas hienas cuando están en peligro de extinción, se repliegan con el rabo entre las patas. Manifestando su falsedad a través de risas y carcajadas a contratiempo.  Alineándose en caso necesario, con otras facciones tan malignas como ellas, para castigar furtivamente con o sin luz. Adiestran a las propias y  a las ajenas, pero si no pasan por el aro, les retiran la dosis diaria y de una dentellada las fulminan con sus potentes mandíbulas. Teniendo siempre una puerta abierta para sus huidas, cubriéndose los lomos.

Disfrutan de placenteras guaridas con toda clase de comodidades. Y cuando realizan las batidas son escoltadas a corta distancia por otras de la misma horma. Ejecutando patrones de comportamientos comunes de acuerdo a sus códices reglamentados o sin reglamentar. Escondiendo sus capturas en A o B en fosas afines, sacándolas públicamente cuando les interesa. Por ello, no se olvidan donde las tienen escondidas, para no levantar sospechas sobre sus innumerables ilegalidades cometidas.

         Las hienas al ser carroñeras, han arrasado todo a su alcance, repartiéndose el botín en riguroso orden jerárquico. No cesando de rastrear buscando nuevos objetivos por tierra, mar y aire; para proseguir aumentando su plutocracia como fuere, porque las normas emanan de ellas. Tienen las manos y las patas muy largas. Y realizan tanto con los cuartos delanteros como con  los traseros toda clase de movimientos cuando se ven desprestigiadas. Arremetiendo sin piedad para obtener privilegios y ser condecoradas. Pero en determinadas operaciones, las pardas pueden morir en manos de sus hermanastras las manchadas. 

Hasta reptan debido a que se tienen que adaptar a los lugares donde han de llevar a cabo sus encamados.  Por ello, al menor indicio de su presencia, debemos  estar alerta, porque pueden realizar trayectos cortos y largos hasta dar con sus presas. Y cuando los tienen en el punto de mira de sus objetivos, los rodean hasta secretamente, para no hacerse notar carroñamente... Desplegando todas las medidas oportunas a su alcance, para evitar que se percaten de sus bastardas y malignas intervenciones vía satélite, por plasma,  en UHF o por cable de fibra varonil de alta definición. ¡Uf!… ‘mare’ mía. ¿Se asemeja usted a alguna de estas clases de hienas? “No”. ¡Ah!, menos mal. Me congratula.