sábado, 23 de mayo de 2009



A la muerte del poeta Benedetti




José Salguero Duarte
EL FARO (GRUPO ANDALUCÍA INFORMACIÓN)
Jueves 21 mayo 2009

La tribuna que tenía previsto publicar hoy jueves 21 de mayo 2009 la guardé en la nevera. Y desempolvé mi bandera blanca, para con ella llorar la muerte del gran poeta universal Mario Benedetti, luchador incansable contra las injusticias sociales. Por lo tanto, desde el Campo de Gibraltar al sur del sur de Andalucía, me descubro ante él por esos versos impregnados de sal y miel que nos dejó.
Y desde esta ventana a la libertad que me concede cada jueves El Faro (Grupo Andalucía Información). Evitaré recordar en lo posible las muchas provocaciones con las que nos vapulean, castigan y hostigan. Y gritaré a los cuatro vientos paz y amor, sin guardar mi estilográfica justiciera en el cajón.
Y, a su eterna memoria, con mi lenguaje aljamiado de nuestros antepasados andaluces, compondré esta composición con versos de mis poemarios. Pero, a modo de introducción comenzaré con un poema de Benedetti. Teniendo ayer miércoles al alba cuando escribía esta tribuna, que introducirme en la mágica biblioteca universal de internet. Y al azar escogí el titulado Alguien que dice:
“Alguien limpia la celda de la tortura, que no quede la sangre ni la amargura. Alguien pone en los muros, el nombre de ella, ya no cabe en la noche ninguna estrella. Alguien limpia su rabia con un consejo y la deja brillante como un espejo. Alguien piensa hasta cuando, alguien camina, suenan lejos las risas, una bocina y un gallo que propone su canto en hora, mientras sube la angustia la voladora. Alguien piensa en afuera que allá no hay plazo, piensa en niños de vida y en un abrazo. Alguien quiso ser justo, no tuvo suerte, es difícil la lucha contra la muerte. Alguien limpia la celda de la tortura, lava la sangre pero no la amargura”.
Y, por esta maravilla y por tantas otras que nos regaló desde sus solsticios y equinoccios. Escribiré en la tierra de su tumba con el tallo de una rosa, su nombre con mi sangre y mis lágrimas derrumbándose. Porque agazapada detrás de las trincheras, se encontraba la muerte sin hacer ruido entre la sombra. Perdurando sus poemarios de forma indefinida, siendo desempolvados por la memoria.
Por consiguiente, este caballero cubierto inmerso en lo sucesos del pasado, recordará perennemente el aroma de sus bosques, acentuando o no en las astillas de las llagas. Ya que su mirada emitía conscientes sonidos en los sucesos mágicos que rebelaba, en historia de moho y musgos construidas con libertad y sin ella.
Y, si ya todo está distante, todo está lejano. Todo más que un todo se presentó ante mí, en lo gris de su muerte. Y todo ya tan cercano, todos sus recuerdos. Pero, si tú no luchas sólo, ellos te apuntalan con el salto de sus fichas, una vez que los submarinos, chivatos y espías finalizan sus asquerosos juegos sucios.
Y, como prefiero morir desnudo antes que humillado. Si no sufro caminando, ellos te acorralan y sangran la miel de tus venas dejándote sin mar, sin sol y sin sales. Pero sólo tú, sólo tú, puedes salir victorioso ante los peones de la represión, en la partida de ajedrez que te obligan a jugar encadenado sin luz, sin taquígrafos y sin testigos.
Aunque, allá ellos, los suyos y los otros, porque no hay música sin el compás del sonido. Y sin el sonido del compás, que no marque las pautas de las partituras del tiempo, haciendo sonar los acordes, que nos hagan sentir la nostalgia del pasado, al recordar el inmenso dolor sufrido.
No hay música, recogida en conciertos magistrales con notas blancas o negras, que no ocupen el período vacío encarcelado en los ritmos.
No hay música, que no altere lo grave y lo agudo de las pinceladas desérticas del recuerdo de historias a contratiempo, cuando el ocaso cae envuelto en enigmas, por las laderas de las mazmorras.
Y, al permanecer mi vida encadenada entre rejas, estimada-os lectores, yaciendo ya finada por una honda espina oculta de la represión, al ser este modesto escritor y poeta desde hace años carne de cuneta. El día que me arranquen el último aliento en el umbral de la muerte, estoy completamente seguro que no habrá música con sus acordes de gloria que dejen de sonar, tallándose en el rostro del pentagrama mí lucha en solitario.