jueves, 21 de julio de 2011

Camps acorralado y hundido


Camps acorralado y hundido





José Salguero Duarte
Jueves 21 julio 2011


Andaba perdido por las playas tarifeñas el miércoles 20 de julio. Hasta el punto que estaba totalmente aislado, sin querer saber ni oír absolutamente nada de cualquier noticia de interés periodístico, especialmente las relacionadas con la política española.

Pero, en la mañana del jueves, no me pude resistir al faltarme la rutina inicial diaria. Y al alba repasé las noticias de diferentes medios digitales.

Sorpresivamente, en la portada de los mismos figuraba en grandes titulares, la dimisión presentada por el presidente de la Generalitat valenciana Francisco Camps.

Atónito me quedé no por esa decisión en sí, sino por las declaraciones efectuadas por este individuo cuando arrojaba la toalla, diciendo a los cuatro vientos: “Soy completamente inocente y este sacrificio lo ofrezco también a España".

Eso no se lo cree ni usted don Camps, ya que si fuera inocente, no sé por qué presenta la dimisión. Porque, cuando el río suena agua lleva. Y es posible que sea usted presuntamente, tan culpable como los otros imputados en la trama de los trajes y, en otros asuntos como es la presunta financiación ilegal de su partido.

Es significativo, don Camps, que varios de los imputados junto a usted en esa trama corrupta, pactaron con la Justicia pagar la multa para no ser juzgado por la comisión de esos hechos. Pero usted, hasta el último momento del miércoles andaba a la deriva sin saber qué decisión tomar, ya que tenía menos apoyo político a su alrededor, que Arquímedes antes de decir: “Dadme una palanca y moveré el mundo".

Por tal motivo, es más que probable, que usted se sintiera tan acorralado con la soga al cuello, no sólo por la oposición política, sino por la propia ejecutiva de su partido el PP y por la Justicia. Y lo más razonable por su bien personal y político, es presentar la dimisión de forma irrevocable, tras su gran resistencia durante muchos meses en abandonar su lujosa poltrona política.

Consecuentemente, usted bajo mi modesto entender con esa decisión, no sacrifica absolutamente nada por España. Pero sí a su jefe de filas el señor Rajoy, al presentarle su dimisión fría y en bandejas. Con el objetivo de que su caso no le estallara un día sí y el otro también, en la campaña electoral de las próximas elecciones generales españolas.

Y, desde el jueves 21 de julio, es usted para mí y para muchos españoles un cadáver político, con menos fuerza que una pompa de mistol. Y tan sólo le queda esperar para sentarse en el banquillo de los acusados. Y que sea la Justicia la que dicte sentencia sobre el asunto de los trajes.

No obstante, algo es algo y menos es nada a su favor, ya que el portavoz del PP Fernández Pons ha declarado al parecer hace escasas horas: “Estamos seguros de la inocencia de Camps y será totalmente recuperable para la política".

Que sea usted inocente o culpable, no soy yo quién para opinar al respecto, porque juicio tengas y los ganes o los pierdas. Y en cuanto a que es recuperable para la política, todo es posible en España, ya que con una buena campaña de lavado de imagen y con el diluir del tiempo, es posible que sea usted recuperado por su partido. No para ejercer un alto cargo directamente relacionado con las urnas, sino en la sombra ocupando un alto cargo en una empresa pública o privada, que le busque Rajoy cuando sea presidente del Gobierno español.

Credibilidad, para mí tiene usted poquita, porque las mentiras tienen las patas muy cortas. Y usted al parecer ha mentido descaradamente en el caso que me ocupa de los trajes y en otros asuntos políticos.

No obstante, quiero decir para ir finalizando, que lo que usted ha hecho es lo menos malo que podía hacer para la política en general. Ya que son bastantes los políticos de determinadas siglas, los que están imputados por presuntas corruptelas.

Y, sin embargo, desde los órganos rectores de sus formaciones, posiblemente no los han obligado a dimitir al ser barones, marqueses y hasta caciques señoritos andaluces o españoles. Y en algunos casos, los han acogido en las ubres de los pechos de sus siglas, para protegerlos.

Pero, tarde o temprano todo aquel que ha prevaricado, delinquido o mangado desde el cargo público que ha ocupado u ocupa, tendrá que rendir cuentas a la sociedad y por ende a la Justicia.