lunes, 21 de octubre de 2013

Embriagado por sus duendes y por los de Andalucía


 
 
 
Embriagado por sus duendes y por los de Andalucía

 

 


 
 
 
 
 
  
 
 
José Salguero Duarte
Lunes, 21 de octubre 2013
 

           

            Me encontraba haciendo tumboning escuchando a “La Mari de Chambao”, mientras discurría acerca de lo que iba a escribir en esta tribuna de opinión. Pero por causa ajena a mi voluntad, tuve que interrumpir dicho ensimismamiento; porque cuando transitaba por pensamientos metafísicos y filosóficos, sonó el timbre de la puerta principal de mi casa. Y a pesar de que rara vez contesto, en esta ocasión lo hice; pero maldita sean los instintos que me incitaron a tomar dicha decisión, porque al preguntar ¿quién es?, una sonora varonil voz de tenor me respondió “servidor”.

          Me entró un canguelo impresionante por las trancas; porque como está la situación en España, es para pensárselo más de dos veces antes de abrir la puerta a desconocidos. Pero me armé de valor y me fui a porta gayola a pecho descubierto, encontrándome de frente y a muy corta distancia con dos individuos trajeados, encorbatados, portando cada uno una cartera negra de mano.
 
          En una fugaz inspección ocular que les hice, creía se trataban de cobradores del frac, a pesar de que no le debo ni un real de euros a nadie. Asunto que, no sé si es acertado o no por mi parte; porque si la espicho ahora, nadie o casi nadie, salvo mis seres queridos, se acordarán de mí. De lo contrario, si dejo algún que otro pufo, es posible que siempre se acuerden de la leche que mamé.

          Aunque, debo aclarar que, por mi condición cívica y moral, siempre hice frente a lo contraído o comprometido. Por lo tanto,  un malestar y escozor constante sufría, cuando estando canino sin ni una lechuga verde le debía a la tienda la lavadora, el televisor o el anillo de pedida a la joyería... Acordándome, también, en estos momentos, de mi época de dandy cuando le debía a mí hermano el dinero que le había pedido prestado, para pegarme un romance en la feria de abril de Sevilla, con la periquita que acaba de conocer.

          En fin, la cuestión es que, a los referidos individuos que tenía ante mí en la puerta de mi casa les pregunté ¿qué querían? Contestándome uno de ellos: “Le traemos las enseñanzas de la Biblia, para que lo guíe por buen camino”. Respondiéndoles de inmediato: ---No me interesa las enseñanzas de esa Biblia ni la de otros belenes e historias similares. Porque a estas alturas de mi existencia,  no quiero que me enseñen camino alguno; porque con unos dieciocho años ya lo busqué solito sin ayuda de nadie. Siendo doctorado en el Barrio Chino de Barcelona, por una joven lozana cordobesa con ojos negros como luceros. Concediéndome en una suite de una pensión de amores falsos cercana al “Gato Negro”, el título de Doctor Honoris Causa por la “Universidad de la Vida”. Así que, les cierro la puerta y adiós---. Les dije e hice.

           Descolocado volví a mi despacho para proseguir con lo iniciado. Y a pesar de que esta mañana del jueves 17 de octubre, era tan soleada y esplendorosa atmosféricamente, como si nos encontráramos los lugareños cercanos al Estrecho de Gibraltar en pleno mes de agosto. Las sensibilidades las tenía un poco revueltas  por lo que me acaba de ocurrir, aunque, no fue mucho porque podía haber sido peor, porque me podían haber violentado aún más.

           Inmediatamente después, recibí inesperadamente una llamada telefónica de la luz que me cobija. Y al contarle lo sucedido con los susodichos pastores evangélicos. Tras pegarme una reprimenda para que no vuelva a abrirle la puerta a nadie, y menos, a alguna mujer si viniera a pedirme un vaso de leche desnatada para hacer flanes… Me dijo: “Esos individuos eran Testigos de Jehová”. Respondiéndole: ---Yo que sé si eran Testigos de Jehová o eran dos de los presuntos testigos absolutistas de los Cien mil hijos de San Luis, de la calle Génova de Madrid.

          Finalizada esa llamada y para que, nuevamente, se creara el contexto truncado inicialmente; me fui en busca, otra vez, de “La Mari” y le dí al play de mi gramola, comenzando a sonar la canción ‘Duende del sur’ que dice: “…Caminando por la calle yo te vi,  y un día yo me enamoré de ti…”. Y eso es lo que me ocurrió con la flor  de mi canela, la que conocí cuando caminaba a oscuras sin rumbo por las calles del Sur de Andalucía. No pudiendo ser en otro vergel tal encuentro; porque no hay nada más bello en la tierra que nuestra frondosa, cultural, histórica y artística Andalucía.

          Por lo que, a los duendes de ella y de Andalucía, les dedico de mi poemario titulado ‘Cuando respira el mar’, el  poema  ‘Embriagado’ que dicen sus versos:

 

 Beber en el hueco de tus manos,

 o beber en la fuente de tu boca,

 quisiera yo esta mañana,

 ya que anoche en lo oscuro,

 amándome me embriagaste.

 

 No sé ni lo que siento,

 porque me inundan tus alas,

 y tu sincero cruzar,

 por mis calles abiertas.

 

 Fue tan bello el amor,

 la distante presencia,

 que desperté con resaca,

 tan borracho de beberte.