Va pensiero,
pertenece a la ópera Nabucco de Verdi
José
Salguero Duarte
Lunes, 7 de octubre 2013
No es acertado ni bienhechor para la
humanidad, que los millones de desamparados que malviven sedientos y
hambrientos, prosigan soportando con total resignación y sumisión, las atrocidades
realizadas por los incívicos mezquinos que manejan las estructuras sistemáticas
del planeta.
Siendo este contexto polifonías tan
dispares, entre los que poseen todo lo habido y por haber con toda clase de
comodidades, ayudas y apoyos; y los que agonizan o fenecen en la más cruel de
las desesperanzas, por culpa de las ignominias infamitas, llevadas a cabo por
los atroces procedimientos, que hacen tiranamente girar musical, política o
económicamente los ejes del signo, creencia, dogma o doctrina que fuere.
Por ello, esta situación tan desigual
y desproporcionada, del hombre sobre el hombre en las órbitas de los mundos,
provoca que sea totalmente imposible, para un sensible compositor de
música, de la política o de la economía,
crear una pieza sin contrapuntos para la humanidad; al no facilitarle los
diferentes sistemas, los condimentos en formas de notas, sostenidos, bemoles o
claves adecuadas; para que sus conocimientos provoquen que, desde los
instrumentos de percusión, metal, caña o
cuerda de las grandes ‘orquestas o sinfonías’ universales que dirijan, fluyan
al unísono las totalidades o leyes proporcionales, sin que puedan facilitar
discordancias entre los elementos del pasaje...
Para ello, se necesitan eternidades,
hasta encontrarse el ocaso del pueblo llano y el alba de los poderosos. Siendo
los pentagramas, de estos últimos, luminiscentes. Pero, sin embargo, tenebrosos
y lúgubres los de los pobres e infortunados, al no tener opción alguna para
divisar un rayo de luz al final del túnel. Y salvo excepciones que rompen las
reglas, lamentablemente, existen diferencias impositivas tan abismales. Hasta
el punto, por ejemplo, que la música afín al poder puede ser la de los grandes
teatros. Sin embargo, al pueblo sometido le encaja en sus desolaciones, los
quejidos flamencos del cantaor José Domínguez “El Cabrero”...
Llegado hasta aquí de esta tribuna,
debo soltar amarras, porque unos
pensamientos negativos me circundan, al acordarme de Santa Bárbara cuando
truena. Siendo ese tronar por segundos menos transigente por mí, al provocar
que broten de mis adentros, los cristales rotos que me hicieron tragar hasta el
último fragmento, cuando caminaba
desnudo y descalzo, en la inocente adolescencia, por esos pueblos abarrotados
de soplagaitas, necios y flautistas.
Consecuentemente, como según aprendí
en mi niñez en el conservatorio Manuel de Falla de Cádiz que, música es el
“arte de componer los sonidos y estos con los tiempos”. Y como la música
“amansa a las fieras”; no puedo por menos, una vez más, que acudir a los
regazos del romanticismo musical del compositor italiano Giuseppe Verdi, que
fue uno de los grandes maestros de maestros de todos los tiempos; alumbrado en
aquella bendita tierra para sí y para la humanidad. Siendo la pócima musical que
necesito, para que se templen las pulsaciones de mis pensares.
Y de él (Verdi) en vez de escuchar ‘Va, pensiero’,
que es el coro del tercer acto de la ópera Nabucco, con letra de Tesmitocle
Solera, escucho, por enésima vez, la versión de unos cuatro minutos de duración,
de la cantante griega Nana Mouskouri, cuya letra en castellano dice: “Cuando cantas, yo canto con tu libertad. Cuando lloras
también lloró tu pena. Cuando tiemblas, yo
rezo por tu libertad. En la dicha o el llanto yo te amo. Recordar días
sin luz de tu miseria. Mi país olvidó por un tiempo quién eras. Cuando cantas
yo canto con tu libertad. Cuando tú estás ausente yo espero. ¿Eres tú religión
o quizás realidad? Una idea revolucionaria. Creo yo que eres tú la única
verdad. La nobleza de nuestra humanidad. Por salvarte se puede luchar.
Esperarte sin desfallecer. Cuando cantas yo canto con tu libertad. En la dicha
o el llanto yo te amo. La canción de esperanza, es tu nombre y tu voz. Y la
historia nos lleva hacia tu eternidad. Libertad. Libertad”.
Como es posible,
estimado lector, que lo anterior último no le haya llegado del todo a calar sus
sensibilidades. Aunque, sin embargo, en
mí ha fortaleciendo, aún más, la lucha literaria… que llevo en solitario a
través de la roja tinta de mi estilográfica. Queda usted invitado, a que busque
esa versión en Internet y la escuche totalmente alejado del mundanal ruido;
porque, no tengo la menor duda, que esa maravillosa voz y composición musical,
preñará las amapolas románticas de sus rocíos, al ser todo un himno en busca de
la libertad. Libertad, que muchos perdieron o entregaron por una u otra causa,
a favor de quien no le correspondía; ya que, al nacer libres, debemos vivir y
morir libres de ataduras y de cadenas.