miércoles, 24 de julio de 2013

Décimo maniversario del fallecimiento del maestro Miguel Mateo 'Miguelín'


"El domingo 21 se cumplió el décimo aniversario de su fallecimiento"

 



 
 
 
José Salguero Duarte
Lunes, 22 de julio 2013

 

Miguel Mateo Salcedo ‘Miguelín’, nació en (Murcia) el 10 de enero de 1939, dónde se encontraba su familia como consecuencia de la incivil guerra española. Hijo de Miguel Mateo Naranjo y de Leonor Salcedo. Residieron en Málaga y posteriormente se vinieron para Algeciras. Y en el discurrir de los años fue considerado ‘Miguelin’ tan algecireño como la Barriada de San Isidro o la Plaza Alta de Algeciras.
Residió en el añorado y emblemático Patio Custodio, cercano a la Plaza de Toros La Perseverancia. Tuvo dos hermanos: Salvador y María Palma. Allí le llegó su afición a los toros, siendo influenciado por su padre que fue banderillero, y se lo llevaba al campo para que entrenara, haciendo de tal forma, hasta que adquirió las prodigiosas facultades físicas y enormes conocimientos del toro bravo y de la tauromaquia.
El domingo 7 de diciembre de 1947 en los Salesianos, se puso delante por primera vez de un becerro de la ganadería de Miura.
Debutó en La Perseverancia con 16 años de edad, el 10 de abril de 1955. Un año después el 1 de abril se presentó en la plaza de toros de Vistalegre de Madrid. En marzo de 1957 debutó en Las Ventas.
Tomó la alternativa el 9 de septiembre de 1959 en Murcia, siendo su padrino Luis Miguel Dominguín y testigo César Girón. El toro de su doctorado se llamaba ‘Plateresco’ y pertenecía a la ganadería de Galache.
Su confirmación en Las Ventas fue el 24 de abril de 1960, teniendo como padrino Gregorio Sánchez. Se retiró definitivamente de los ruedos en Granada el 30 de septiembre en 1979, toreando con Manuel Benítez ‘El Cordobés’ y Juan Antonio Ruiz Espartaco.
Creó su ganadería Rancho Sola sita en el término municipal de San Roque. La que actualmente sus hijos, especialmente Curro, lleva magistralmente bien con el nombre artístico de su padre ‘Miguelín’.
Le fue concedida la Insignia de Oro de su peña en Algeciras.
Le fue colocado un monumento en la Puerta de Feria de Las Palomas.
En septiembre de 2001 recibe la Medalla de Oro de Algeciras, siendo nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad.
Falleció a los 69 años de edad, el 21 de julio de 2003. En el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Algeciras se montó la Capilla Ardiente. Siendo portado sus restos mortales a hombros desde la Casa Consistorial hasta la Iglesia de Nuestra Señora de La Palma. Posteriormente en ‘Las Palomas’ dio su última vuelta al ruedo, siendo portado el féretro por toreros locales como foráneos, encontrándose El Soro, Francisco Ruiz Miguel, Pedro Castillo, Diego Puerta, Paco Camino, Mondeño…


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En mi libro titulado Arte y lamentos taurinos, figura plasmado entre las páginas 290 y 310, actos de la vida y obra del Maestro, así como el siguiente poema que le escribí aquél fatídico 21 de julio de 2003, nada más tener noticia de la luctuosa noticia.




Miguel Mateo Salcedo ‘Miguelín’ (In memoriam)

Devoraban sus pitillos,
lloraban o aplaudían,
entre sudores helados
que brotaban de la bahía.


Una mirada al cielo,
porque se nos ha ido el Maestro.
Lloramos su muerte,
al verlo dar su última vuelta al ruedo,
bajo la bandera de su pueblo,
y del capote de paseo.


Empresarios, compañeros, ganaderos,
políticos, ciudadanos y aficionados;
todos lo sacamos a hombros,
del ruedo de Las Palomas,
plaza de toros de su pueblo.


Unanimidad absoluta,
el Maestro era un genio,
único e irrepetible,
con su hondura,
templanza, dominio,
casta, sabiduría y raza;
por eso se llamaba,
Miguel Mateo Salcedo.


Lloverán jarreando toreros
de las escuelas y de los despachos,
e imitarán del Maestro su estilo,
señorío, personalidad y hombría;
pero ninguno será como él,
al ser personal e intransferible,


Y, ¡por qué!,
¡por qué se ha ido Maestro!,
porque ya no me lo encontraré jamás,
en esas escapadas nocturnas,
que hacía para torear a la luna
y a las estrellas en el firmamento.


Y nunca le podré decir de nuevo,
que soy aficionado al mundo del toro,
desde que usted me lo incrustó
en el alma de mi cuerpo,
allá por los años sesenta,
cuando toreaba en la añorada Perseverancia.


Pero ahora,
¡que se amarren los machos!,
¡que se los amarren!,
los toreros de esta y otras épocas,
que se encuentran en el Cielo;
porque el Maestro no se dejará ganar la pelea,
de ninguna de las maneras y formas.


Y ya lo habrán recibido,
con los honores que se merece,
y con el mismo respeto y admiración,
que toreros y ganaderos
le profesaban en el campo,
en los patios de cuadrillas,
en los callejones,
en los ruedos de las plazas
y cuando lo veían pasear,
con su bohemio embrujo,
por calles y plazas,
de ciudades y pueblos.


Porque Miguelin fue torero de toreros
y Maestro de maestros,
desde las entrañas de su madre,
en los ruedos de la tierra,
y ahora en los del Cielo.


José Salguero Duarte (21 de julio de 2003)