Carta a Adolfo Suárez
Illana
“Tu padre se mantuvo firmes con las zapatillas
clavadas en el constitucionalismo, sin echar la pata atrás, como lo hacen los grandes del toreo ante las alimañas”
Por: José
Salguero Duarte
Domingo, 6 de abril 2014
Como hombre de la Cultura y aficionado práctico del mundo del toro
bravo que eres. En primer lugar, me descubro ante ti, gesto que rara vez
realizo, ni ante el Rey, pero en esta ocasión lo hago al tú merecerlo. Porque,
ya anteriormente, pero muy especialmente en estos días de tan inmenso dolor
para ti y para el resto de tu familia, has demostrado más que sobradamente que,
“de tal palo tal astilla”. No perdiendo nunca jamás ni las más elementales
normas básicas de educación y civismo, desde que anunciaras en rueda de prensa
que, la luz de tu padre, Adolfo Suárez, alma y eje fundamental de la transición
política desde la dictadura a esta democracia española, se apagaba
irremediablemente por segundos.
El ocaso le pegó un zarpazo, el
domingo 23 de marzo, llevándoselo al más allá de los altares. Y la España de toda ideología
racional, llora desde entonces, la pérdida de uno de los más ilustres políticos
que ha dado nuestra Historia en todos los tiempos. La que por segundos y a
pasos agigantados lo engrandece, al
brotar de las catacumbas, las muchas miserias de ciertos miserables, a los que
tuvo que hacer frente en momentos políticos delicadísimos, con tantísimos
ruidos de sotanas y sables... Dándole los pechos de frente y por derecho a cada
uno de ellos, desde que los veía salir por los ‘chiqueros’. Manteniéndose
firmes con las zapatillas clavadas en el constitucionalismo, sin echar la pata
atrás, como lo hacen los grandes del toreo ante las alimañas.
Recuerdo, estimado Adolfo, que en
junio de 2006, viniste a Algeciras para intervenir en unas jornadas de
tauromaquia, celebradas en una carpa instalada en la plaza “Las Palomas”. Y a
la finalización de las mismas te saludé, regalándote dedicado uno de mis
libros. Comentándote ciertos temas políticos. No considerando oportuno
detallarlos en estos momentos…. Pero sí, te dije a continuación -la Cultura debe estar por
encima de cualquier ideología-. A lo que me contestaste: “Así debe ser. Cuando
regrese a Madrid, te mandaré un libro de poemas que tengo escrito”.
Esa promesa, Adolfo, es la habitual
entre escritores, pero la mayoría de ellos se olvidan de cumplir con lo
prometido. Pero, no fue tu caso, porque en carta urgente fechada el 16 de ese
mismo mes (conservo aún el sobre) me remitiste el libro prometido titulado Poemas. El que tras leerlo, lo ubiqué en mi biblioteca, en la sección de
obras que me han dedicado.
Pero, al sentir en estos días recientes y
pasados parte del dolor que has padecido. Tuve una necesidad imperiosa de
contactar contigo a través de la poesía. Y al alba del uno de abril del año en
curso. Fui en busca de Poemas y al
abrirlo por la tercera página, figura escrito a tu puño y letra, en la
dedicatoria que me hiciste, lo siguiente: “A
José Salguero, con quien comparto la pasión por el toro y la poesía por encima
de toda discrepancia, con todo mi afecto. Firmado, rubricado. Algeciras,
10-VI-06”..
Estimado Adolfo, te diré que, Poemas, permanecerá ahora por un tiempo indeterminado, como uno de
mis libros de cabecera. Y cuando el Sol,
la Luna o la Tierra me lo demanden,
acudiré a tu obra como los maletillas en noches oscuras o estrelladas por las
dehesas. Porque en sus paginas, negro sobre blanco, figuran versos preñados con
tanto amor y embrujo propio de tu casta, nobleza y raza. Teniendo intención que
rebosen tus sensibilidades poéticas, por los alamares de mis sombreros. Como en
su día rebosaron por las entretelas de la persona que iban dedicados.
Por ello, paso a escribir tu poema de
la página diecinueve, el que copiado literalmente dice: “Del bosque en el alma, / una Encina inclinada… / desnudas sus ramas /
cubiertas de platas. /… El Sol y la Luna , / la noche y el alba /
la tierra su cuna / la nieve su manta. / La Encina de plata, / del bosque dormida / en el
fondo del alma”. Y el de la página ochenta y cinco pone: “Si una sombra maldita / oscurece el camino
que sueñas / y una voz en el alma suspira: /<>. / Si mil veces te sueñas luchando / y algo dentro te dice que
puedes; / sin embargo, despiertas… / y el miedo y la duda te vencen. / ¿A dónde
vas?... ¿Quién eres?...
Eres tú, Adolfo Suárez Illana. Y solamente tú, podrás
salir victorioso ante los peones, de la
partida que juegas. Porque no hay música / que no nos haga recordar el dolor /
al recorrer la distancia del pentagrama / por raíles de ríos y mares. / No hay
música / recogida en conciertos magistrales / con notas blancas o negras / que
no ocupen el periodo vacío. / No hay música / encarcelada en los ritmos / que
no altere lo grave o lo agudo / de las pinceladas desérticas del recuerdo. / No
hay música / sin sonidos y sin acordes / de historias a contratiempo.
Un fuerte y sincero abrazo, hermano.