Galván una y
Finito se fue de vacío”
José Salguero Duarte
Málaga, sábado de 24 agosto
Con
alrededor de media entrada de público en los tendidos. Se celebró la séptima
del abono, lidiándose toros bien presentados, justos de fuerza y con una
nobleza y dulzura que empalagaban. No transmitiendo emoción ni la chispa
suficiente para que el aficionado a la Fiesta a través del toro bravo, sintiera la
sensación adecuada para no permitirle bostezar en momento alguno durante el
desarrollo del festejo.
Porque,
según mi opinión, algunos de los toros fueron tan descafeinados de casta, raza y
bravura. Como lo fue, sobre todo, el sexto que no sirvió para salir a un coso,
pero probablemente sí, para que pareara en la dehesa a las vacas lecheras.
Así
que, como a ciertos toros de esta tarde había que sacarle los muletazos con sacacorchos.
Según está la Fiesta
de crisis de identidad interna y
económica casi total externa. Seguid por ese camino… porque vais a suprimir
definitivamente muchos tercios de la lidia. Porque con el capote se ve ya poco.
En el caballo se les enseña la puya. Los quites apenas se realizan. Y a la
faena de muleta llegan toros sin que se les pueda sacar ni media docena de
tandas por derecho.
A
Enrique Ponce le tocó el mejor lote (ovación y dos orejas). Finito uno regular
y otro casi bueno (bronca y ovación con saludos). Y a David Galván, en el peor
lote del encierro (oreja de peso y ovación con saludo).
¡Qué
bien suena la música en La
Malagueta ! No es de extrañar, porque media hora antes de
iniciarse el festejo, estaban los maestros de los pentagramas afinando sus
instrumentos y haciendo boquilla con escalas musicales. Por tal motivo, gallos
y desafines ninguno cuando interpretaban majestuosamente bien piezas taurinas.
Álvaro
Núñez se desmonteró en banderillas.
Enrique Ponce, demostró una vez más, el
por qué es un maestro de maestros del toreo. Porque a su primero lo toreó con
empaque, quietud, temple y mucha solera. Perdiendo la oreja al írsele la mano
en un feo bajonazo atravesado por un costado.
A
su segundo, lidiado en cuarto lugar, realizó una obra maestra a media altura,
componiendo la figura y su compás sinfónico taurino de sentimientos y
profundidad con calado de temple sublime. Estuvo cumbre y cuidó al toro entre
algodones con sus diestras muñecas y sabiduría torera. Dos orejas de mucho peso.
Escuchándose desde los tendidos antes, durante y después de la clamorosa y
sentida vuelta al ruedo gritos de ¡Torero! ¡Torero!
Grande
Ponce. Muy grande como torero y como persona, por su vergüenza profesional y
humana. ¿Quién duda, que es un catedrático y sabio del toreo? ¿Quién?
Finito de Córdoba, (que sustituía a
Jiménez Fortes). A su primero lidiado en segundo lugar. En el capote no le
quitó ni las moscas al no colaborar el toro. En la muleta estuvo desconfiado
sin pelearse con el astado. Por lo que, ante su lógica apatía, al no servirle.
Se fue por la calle de nadie que tanto molesta al que pasa por taquilla. Y más,
si al finiquitarlo hace la suerte de aquella manera encendiendo aún más a los
tendidos. Y para colmo de males, cuando el puntillero falló estrepitosamente
con cerca de una veintena de puntillazos. Recibieron una bronca monumental.
En
quinto lugar a Hurtador número 36, el ‘Fino’ le hurtó con el capote al astado media
docena de verónicas y remate, rugiendo de nuevo los tendidos, pero en esta
ocasión con olés profundos. En el caballo el toro no se empleó como el resto de
sus hermanos del festejo, siéndole enseñada la puya. Galván le hizo un quite
con dos verónicas y media muy buenas. ‘Finito’, con la muleta, estuvo son
solera al sacar de su barrica torera de robles, derechazos y naturales muy
buenos calando en los tendidos. “¡Qué bonito, Finito!, se escuchó por mis
inmediaciones en los tendidos. Falló con los aceros. Gran ovación con saludo
negándose a dar la vuelta al ruedo.
David Galván, (que sustituía a José
María Manzanares). Recogió a su primero de nombre ‘Garrafa’, con los mimbres toreros de la pampa de su
capote, siendo jaleado. En el caballo lo cuidaron. Álvaro Núñez se desmonteró
en banderillas. Y en la faena de muleta tras brindársela al público, la comenzó
con mucha firmeza dándole aire al toro, siendo muy aplaudido escuchándose ese
rum rum tan peculiar de algo bueno a acontecer en el ruedo. En la siguiente
tanda le acortó distancia y ahí el toro decía que nones. Prosiguió acoplándose
a la embestida del animal con mucha
firmeza y torería sacándole muletazos y naturales de mucho empaque. Terminó con
manoletinas muy ajustadas y desplantes calando en los tendidos su buena
predisposición y saber estar en el ruedo y ante la cara del astado. Tras
estocada y descabello le concedieron una
oreja importante.
Con
el que cerró plaza, número 80 de nombre ‘Enfadado’. Con el capote nada le pudo
hacer, porque pasaba de embestir. En el caballo no se empleó manseando más que una burra en
celo. Y con la muleta el animal se
comportó con más de lo mismo. Lamentable espectáculo por la falta de codicia,
bravura, casta, raza y tronío. Pero Galván lo intentó por activa y por pasiva
jugándose la voltereta. Al final cuando pasaporteó al toro, recibió una gran
ovación desde el tercio.