Despertar de José Salguero Duarte
bajo los sones del Bolero de Ravel
bajo los sones del Bolero de Ravel
“Un golpe seco ejecutorio, del instrumento de
percusión más represivo existente en la gran orquesta sinfónica del poder
político, del capitalismo e inquisición, puso punto y final a mis deleites
musicales. Exclamando, ¡qué
me deparará este nuevo día!”
José Salguero Duarte
Lunes, 19 de agosto 2013
El sol salió en un nuevo día afortunadamente para mí.
Pudiendo apreciar, a través de las rendijas del ventanal de mi choza, a sus
rayos deslumbrarme, después de que el despertador comenzara a sonar con sones del Bolero de Ravel. Calándome, de
inmediato, el repiqueteo de la caja y de la trompeta con la sordina acoplada.
Cuando tronaban notas punteadas y majestuosos solos junto a los demás
instrumentos de metal y caña...
Después del rescoldo que prendió el
despertar de esos sueños, con ciertas sorpresas incluidas en el transcurrir de
la noche pasada. El sonido crecía al avanzar la pieza, avisándome para que
brotara de la somnolencia, para poderme enfrentar, de frente y por derecho, a
los músicos sin compás de la urbe donde habito.
El cuerpo se me estremeció con el
estruendo final de la primera parte del bolero. Sintiéndome alterado con los
ruidos de sables, del trotar de los jinetes del Apocalipsis por las calles
adoquinadas. Teniéndome que recubrir con las sábanas, para protegerme de los
compases bélicos finales.
En esos momentos, se me despertaron
súbitamente los sentidos. Y me dispuse a abandonar el lecho de ángeles donde
yacía placenteramente. Pero al proseguir la música, respiré profundamente, al
aparecer unos acordes en forma de revueltos de algas aterciopeladas de las
profundidades del Estrecho.
El piano, era el engranaje principal
de la segunda parte de ese fragmento último. Los otros instrumentos aparecían
delicadamente en un ir y venir por olas en calma de la bahía natal de La Línea , Algeciras y comarca.
Emergiendo miel de nuevo en mis labios, gracias al mágico ambiente imaginario
que se creó.
La habitación desprendía perfumen con
sal de rosas marinas, procedente de las playas y salinas de ‘La Pepa ’ de San Fernando. Pero
debido a que el volumen del aparato emisor era muy sigiloso. Puse a funcionar
la acústica para distinguir los sonidos que emitía. Llegando a sentir, por fin,
unas delicadas manos acariciar las teclas blancas y negras del piano de cola.
Imaginariamente, me encontraba en un
selecto ambiente en la gran pista del
baile universal. Me acompañaba una bella dama, vestida y adornada con la
elegancia de una mujer madura. Y cuando uno de los camareros, que permanecía en
los puntos estratégicos de la sala, se percató de nuestra presencia, nos sirvió
un coctel de jugo de carolas y nácar. Comenzamos a saborearlo hasta
embriagarnos sorbo a sorbo. Brotándonos radiantes complicidades cuando nos
deslizábamos por la evocación corporal, sin que tropezaran nuestros calzados en
cada paso.
Ella, majestuosa y delicada, cubría
sus manos con guantes de fina seda de la India. Las besé haciendo una respetuosa
inclinación en señal de agradecimiento, por lo bien que me estaba guiando con
las riendas de su métrica y rítmica. No sintiéndome perdido en momento alguno,
en la travesía que me hizo recorrer, por las curvas de los cuencos de sus
discretos suspiros.
Inmediatamente después, al iniciarse
el acto tercero del bolero. La suave armonía de la savia que me cortejaba, hizo
que soñara que nos encontráramos paseando por la orillas de la playa de Los
Lances de Tarifa. Revoloteando a nuestro alrededor una banda de pajarillos,
cuando caminábamos cerca de las dunas.
Energías muy positivas percibía en
esos momentos, acurrucado dentro de la mar de mis blancas sábanas. Cuando
mansas y cálidas olas acariciaban mis estímulos, al escuchar palpitar el alma
de esos imaginarios sueños. Resistiéndome a abandonar el remanso de paz
interior donde me encontraba. Porque tenía los instintos básicos pendientes,
para poder captar el significado, que el maestro Maurice Ravel quiso plasmar en
su obra.
En ese discurrir, debido al embeleso
que disfrutaba, a punto estuve de quedarme de nuevo dormido. Pero, de forma
bulliciosa, apareció el cuarto acto, indicándole a mis pensares, que llegó el
momento, de incorporarme e intentar ser una de las herramientas para luchar por
la sociedad arrasada donde resido, de esta Andalucía y España de monarquía
parlamentaria con sus titiriteros.
Siendo esos últimos segundos musicales
cruciales, al navegar bajo el sonido de fondo de una patera a la deriva.
Teniendo que achicar agua sin descanso alguno con la tinta roja de mi
estilográfica. Desapareciendo bruscamente, toda la magia que había gozado,
antes de poner los pies en las heladas baldosas de la alcoba. Porque un golpe
seco ejecutorio, del instrumento de percusión más represivo existente en la
gran orquesta sinfónica del poder político, del capitalismo e inquisición, puso
punto y final a mis deleites musicales. Exclamando, ¡qué me deparará este nuevo
día!