Desde hace años, me
encuentro en la trinchera
José Salguero Duarte
Lunes, 10 de junio 2013
Desde hace años, me encuentro en la trinchera,
combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi estilográfica,
sin dejar de mirar al Cielo, desde el alba hasta el ocaso, para ver caer las
esquirlas, expandiendo esencias humanas y cívicas, sobre las mentes opacas,
para despertar las conciencias, corruptas e inmundas, deshonestas y
putrefactas, de los tentáculos de la política capitalista por la Tierra.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi
estilográfica, a las legiones de
tiranos, y a sus batallonas de compaña, de altos vuelos y cunas bajas, enfundados
en fina seda de alta gama, como los novios cuando acuden al altar, para
contraer matrimonio por lo civil o por la Iglesia.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en
solitario, con la roja tinta de mi estilográfica, a los miserables faltos de
escrúpulos. Sinvergüenzas de raleas de guante blanco, que oprimen
autoritariamente a los pueblos, apestando a todo el Universo, no creciendo ni
el barbecho.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi
estilográfica, a las mansas y turbulentas aguas, que ahogan lentamente gota a
gota hipotecando, todo cuanto anegan con leyes, decretos o dictados. Debiendo
no dejar que me tuerzan el brazo, para evitar que se sigan poniendo, las botas
bien puestas.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi
estilográfica, los latigazos del castigo. Porque si los fanáticos nacionalistas
españoles, asesinaron con un tiro en la nuca a Federico, y a Marcos Ana lo
torturaron sin descanso. A mí sus perros de presa, me harían más de lo mismo,
por no ser sumiso a sus doctrinas.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi
estilográfica, a los miserables de las diferentes siglas políticas, y a sus
palmeros, alfombreros y palanganeros. Porque en el capitalismo y en la
política, casi no existen valores humanos ni cívicos, pero sí el económico y
los votos, con los que corroen al presente y al futuro.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi
estilográfica, a los energúmenos que enarbolan una bandera, sin profundizar en
tiempo pasado o presente, si es legal o ilegítima. Como hicieron en la España franquista,
imponiendo la del yugo y las flechas. Tarareando una marcha real sin letra, al
no poder tener ni himno representativo, para todas las comunidades que
cohabitan, en ese país compuesto de reinados, ducados, celtas cortos y vasallos.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi
estilográfica, por un amanecer más próspero, en donde no existan fronteras, ni
farallones ni precipicios, para ser utilizados por los perros de presa, para
despeñar a sus víctimas.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi
estilográfica. No teniendo duda alguna, que más pronto que tarde, triunfará la
libertad y la democracia, al levantarse el pueblo del letargo, contra los
señoritos encorbatados, explotadores sin escrúpulos, y otras castas similares.
Desde hace años, me encuentro en la
trinchera, combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi
estilográfica. Deseando que cuado expire mi último latido, me reciten
versos de amor de mis poemas. Y me
cubran de quejidos, revolucionarios flamencos, del Cabrero y de Manuel Gerena,
con sones de la guitarra de Paco de Lucía. Porque desde que tuve conciencia, de
la triste realidad que me envolvía, siempre luché por una Andalucía libre de
caciques, terratenientes y de otras gentes similares.
Desde hace años, me encuentro en la trinchera,
combatiendo sin descanso en solitario, con la roja tinta de mi estilográfica. Y
al vivir libre, levantándome cuando me despierto, y acostándome cuando tengo
sueño, moriré feliz. Porque si de mi hambre mando yo, de mi dignidad también, a
pesar de que tuve que sortear los obstáculos, que me impusieron los crueles, en
mi caminar diario.