domingo, 1 de agosto de 2010

¿Quieres conocer a fulanito?


José Salguero Duarte
Jueves 29 julio 2010
http://salgueroduarte.artelista.com/


Existen en cualquier profesión u oficio, fulanos que idean sus cobardes y bastardas estrategias mucho antes de traspasar el umbral de sus moradas. Son tan dañinos que lo llevan innato en sus genes, al haber sido obrado para realizar ese fin doloso, al no haber venido al mundo de parto natural, sino mal paridos.
Esos mansos, jamás han sido nobles ni para enfrentarse dignamente a las adversidades, pero mucho menos para ser corridos en los sanfermines, porque siempre reculan como angelitos disfrazados de corderitos, teniendo menos sustancias que una naranja del Tesorillo congelada.

Con ellos, hay que ser cuidadosos, porque están a la espera escondidos detrás de sus malicias. Y a la menor oportunidad te pegan una cornada traicionera, haciendo bueno el refrán taurino: “Dios me libre de los toros mansos que de los bravos me encargo yo”.

A lo largo de mi más de medio siglo de vida, he conocido a personajes que siempre han estado en la sombra, mostrándose más planos que el encefalograma de un fiambre. Pero cuando por cualquier circunstancia se han encontrado inesperadamente con cierto poder. Hay que atarse bien los machos con ellos, porque al considerarse alguien. La nobleza y la amabilidad la convierten en venganza, ira y malas formas, viniéndoles más que pintado otro refrán popular que dice, “si quieres conocer a fulanito dale un carguito”.

Por lo tanto, demuestran que no se han leído el libro titulado: --Quién se ha llevado mi queso--, escrito por Spencer Johnson, obra imprescindible su difusión y lectura en todos los órganos directivos de cualquier empresa. Porque, entre otras cosas, según la contraportada de esa instructiva obra, Joaquín Marcellán dice: “A los perdedores les afecta el cambio. Por el contrario, los ganadores son los que generan y lideran los cambios”.

Conozco a un juanillas que recientemente le ha afectado más que negativamente el cambio. Y ni se imaginan lo que escondía, por lo tanto desde hace varios meses ni lo saludo ya que tiene más cristales en las tripas que una fábrica de vidrios.

Estimados lectores, los que tenemos cierta edad, nos ha tocado en el transcurrir de nuestros días adaptarnos a unos cambios culturales, políticos y estructurales brutales en esta España saetera, en la que la Iglesia protegía al dictador Franco bajo palio. Por consiguiente, había que reciclarse y actualizarse porque la sociedad y la tecnología avanzaban a una velocidad supersónica.

Y de comenzar servidor escribiendo con una pluma y un tintero, hemos pasado a estas modernidades digitales impensables en nuestra niñez. Así como de una dictadura cruel a un estado constitucional y democrático, donde dicen los políticos que tenemos derecho a la igualdad y a la libertad entre ellas a la de expresión.

Pero, unos de los cambios más difícil de adaptación por falta de principios, ética, dignidad, valentía y conocimientos, que tiene que superar un ser al que se le considera racional y humano, es el de pasar de estar desempeñando la función de peón a la de liderar a un grupo en su misma empresa.

Y como desde ese nuevo puesto hay que lidiar a sus antiguos compañeros sin acritudes y, a la vez capotear inteligentemente a los superiores. No todo el mundo vale para un puesto de dirección y, menos, los mansos con más acidez en sus decisiones, que un estómago estresado por falta de jugos gástricos.

En la entrevista que el pasado 14 de junio le hice a mi admirado amigo Juan Gómez Macías, poeta y pintor gerente de la Fundación Ortega Brú de San Roque (Cádiz), unas de las preguntas fue la siguiente: ¿En esta sociedad se puede ser libre?. Contestándome: “La libertad es una experiencia en primer lugar interior. El hombre que interiormente no alcanza su propio equilibrio, difícilmente podrá disfrutar de otras libertades”.

Pues bien, conseguir la absoluta libertad es dificilísimo porque los poderes políticos, económicos, sociales, eclesiásticos…no te lo permiten, pero he de decir que nací libre y moriré de igual forma en paz no sólo conmigo sino con todos aquellos que me depositaron su confianza y su amistad en mí hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, esos mansos que nada más abrir las persianas de sus instintos para hacer daño, jamás serán felices y consecuentemente morirán como las ratas.